jueves, septiembre 05, 2013

El mesías de Oniro -- Cuento Corto de Cuentos cortos de un viajero sin voz ni voto.

No me pregunten donde, pues al no tener ni voz ni voto, prefiero olvidar los nombres que recuerdo e inventar los lugares en los que no he estado, con tal de que nadie se espante de su propio poblado.
He recorrido el mundo y he conocido cosas que ni los nacidos y criados vieron en toda su vida, algunos lo sabían, como una comadre sabe de inspecciones espaciales; otros lo suponían, como suponen los astronautas los chismes del barrio.
Lo cierto es que de habladuría en habladuría el que sabe la verdad es tratado como el loco del pueblo, y nadie lo escucha y el que lo escucha se ríe de él y de esa capacidad infinita de inventar estupideces…

El mesías de Oniro
Lo bueno que tiene el mundo es que cada lugar tiene su idiosincrasia. Poblados que no distan más de treinta kilómetros uno de otro, tienen una identidad única e inolvidable.
A orillas del río Oniro, homónimo a su poblado costero, todos los martes de luna llena, gran parte del poblado local se congregaba a escuchar a Isaías, un hombre de treinta y tantos años que hablaba de la vida cotidiana con una tranquilidad que convencía al que escuchaba de largar todo cuanto le pesara y dedicarse a la liviandad del ser, sin cargos ni culpas.
Claro que Isaías nunca decía las cosas directamente por lo que la mayor parte de sus palabras debían ser interpretadas por quienes escuchaban, lo que sí era extraño de su palabras, de sus modos y de sus maneras, era que a cada quien le llegaba su generalizada alocución de una manera muy particular.
Muchos de los turistas que llegaban al pueblo y trataban de allegarse hasta las palabras de Isaías, eran frenados por una barrera invisible de personas que juraban ignorar si eso sucedía en las orillas del río Oniro, y hasta más de uno llegaba a negar tres veces la existencia de tal río, cosa de por sí, inexcusablemente ridícula.
Muchos de los que se apersonaban eran personas que habían encontrado la pregunta con respuesta que muchos niegan y otros preferimos ignorar. Tanto a una como a la otra.
Creo haber participado de una de estas reuniones donde Isaías hablaba, hasta creo haberme zambullido en el río y quedarme en el agua flotando boca arriba disfrutando de la noche sin sentir el frío hasta los huesos a pesar de estar en pleno invierno. ¿Qué cómo llegué ahí? Un poco fue causalidad otro poco destino. Llegando un martes tarde por la noche buscando un alojamiento donde descansar los largos trechos recorridos, encontraba que la gente se dirigía casi en manadas pacíficas hacia un lugar común, estacioné el automóvil y tras ellos me dirigí hacia vaya a saber a dónde es que iban todos, pero tal vez, era un festival popular el cual podría disfrutar tal cual si fuera un lugareño.
Al llegar al punto de reunión donde millares de almas esperaban ansiosas las palabras un fornido hombre con cuchillo de carnicero ensangrentado me dijo: “Usted no parece de acá”.
¿Qué se le puede responder a un hombre que tiene semejante realidad en las manos?
-¿Acaso tú no tienes un pelo en la espalda al que no puedes ver, ni tocar e ignoras su existencia?- oí que decía una voz calma y esclarecedora. El carnicero envainó su cuchillo y tomándome entre sus brazos me llevó hasta la orilla del río donde me sentó sobre una piedra y con cariño me dijo mientras zamarreaba mi hombro.
-Tú eres mi pelo en la espalda, gracias por haber venido.- Aquel hombre tenía razón, no sé por qué, pero aquel hombre tenía razón.
Un murmullo generalizado se acalló en el momento preciso en que este precioso hombre llegaba hasta la orilla caminando por el agua sin mojarse los pies. Una luz lo iluminaba desde algún lugar impreciso como a un actor principal en un oscuro escenario. La voz del hombre era transparente, pausada, no había en él siquiera un titubeo o algo que se le atorase en la garganta y no lo dejara hablar claramente.
-Desde que el lecho de la apreciación, ha dejado de ser tan valorado, los individuos únicos comenzaron a ver que su ombligo era igual que el de un mono, que la sangre del mono y la propia eran líquida como el vidrio, que el vidrio era transparente como el aire que respiran el mono, la sangre y el individuo.  Desde que la comunidad comenzó a ver al individuo como a un mono, el valor del vidrio no tuvo importancia y el líquido río se transformó en piedra y el individuo se volvió mono. Un mono seco sin sangre que corriera por sus venas ni que pudiera ver su propio cabello en la espalda. Aquel que juzgó ignorante de su propia conciencia, fue juzgado por otro mono inconsciente de espalda peluda. Aquel señalado era señalado por otro que era señalado que era señalado que era señalado. Y todos esos índices daban como resultado una triste metamorfosis bancaria que era taxativa y fundacional de un diezmo que nadie jamás recibiría ni daría. Yo he venido a romper con la cadena, el mono es mono, el individuo es individuo, el vidrio es vidrio, el rey es rey. Yo ante los ojos del creador soy una piedrita, que hago lagaña u obstruyo el riñón, soy la piedra con que él tropezará mil veces, mientras yo sea piedra de mi señor. No temo su castigo, pues él me ha ordenado liberar de cadenas a quien las porte, al criminal, al asesino, la vida dará su propio castigo y él, a su modo, ajusticiará como le dé la gana pues por algo es quien no es, y ocupa lo que no ocupa. ¿Te crees culpable? Deja la culpa y acéptate responsable de las miserias que te causas y has causado. Quieres un camino, elígelo y ya no pidas más ayuda. No te das cuenta, la senda que llevas es la senda que tú mismo construyes con lo que tienes, como tu puedes.
No temas levántate de entre los muertos pues eres tu quien dice cuanto vives.- levantando la voz señaló a un lugar perdido cerca de donde estaba mirando azorado y desde sus dedos rayos eléctricos impactaron en el suelo dejando al descubierto una tumba, que abierta liberaba a un hombre de las manos de la muerte.
-¡Ernesto!- una mujer apareció corriendo de la nada y abrazó al muerto vivo que tenía en su cara una expresión de sorpresa y miedo. Unos muchachones se pusieron a aplaudir como si en vez de un milagro estuvieran participando de una parodia teatral, cuando volví la vista hacía la orilla del río que ocupaba Isaías, en su lugar había un pez de unos dos metros de largo que miraba asomándose a la superficie. Me puse de pie, me acerqué al pez y él me miró a los ojos invitándome a estar más y más cerca. Hipnotizado por su mirada no escuchaba los gritos de las personas que a mi alrededor aullaban, el pez se hundió en el agua y en su lugar vi mi reflejo en el agua, mi cara de mono peludo mirándome, acusándome aún de ser un individuo que señala. Salí del azoramiento en el que estaba hundiéndome en lo profundo del río, pues sí, había llegado a la mitad del río sin siquiera mojarme los pies y luego de que el pez desapareciera y ver mi monorostro reflejado en el vidrio del río que pasaba, me hundí hasta quedar sin aire, para respirar ni gritar auxilio.

Desperté en un hotel de mala muerte cercano al río, en History Channel daban un documental sobre Religiones y Sanadores, verdad o estafa. Sonreí sin creer ni esto ni aquello, en estos tiempos que corren sin razón ni motivo, si el mesías apareciera pronto lo tildarían de loco, de excéntrico y de una forma u otra lo harían callar o encerrar como lo hicieron con tantos a lo largo de la historia. Igualmente, llamé por teléfono a la recepción del hotel y pedí que me consiguieran un turno para depilarme la espalda.

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