jueves, mayo 19, 2011

La Rana y la Grulla -- Fábula

Desde la orilla la rana Ana veía y pensaba como llegaría sin mojarse a la otra orilla. Una grulla que esperaba parada en una pata a que algún pez por ahí nadara,
de costado y muy atenta, azorada la miraba. Es muy raro que una rana le tema tanto al agua.
-Qué haces rana Ana?- Preguntó la grulla sorprendida
-Pienso en cómo cruzar la ría sin ser salpicada por el agua que pasa- replicó la rana.
La grulla posó su otra pata y paciente le dijo:
-Súbete en mi lomo-
-No sé hacerlo-
-Te mostraré como- Después que la grulla le mostrara el modo, la rana quedó apoyada en su lomo. Astuta la grulla movió sus plumajes y Ana, saltó a tierra firme de modo cobarde.
-Qué pasó?- Preguntó astuta la grulla
-Pues casi al agua me caigo y mi traje de rana se hubiera mojado!- exclamó enfadada.
-Tienes razón, qué torpe que soy! imagina cayendo en el medio del río
tan solo por un tonto y cruel descuido, jamás me lo hubiera perdonado, jamás me lo hubiera perdonado...- lamentó la grulla acallando el crujir de sus entrañas.
-Ni imaginarlo quiero, ni imaginarlo puedo!- Ana al agua, teníale miedo.
-Tengo una idea mejor para cruzarte sin mojar tu vestido, anda ven, salta a mi pico que con él te podré sostener y ante alguna eventualidad con más fuerza te puedo tener y aunque del cielo caiga granizo no caerás al agua del río.-
La rana pensó, pues a la otra orilla tenía que ir, pero por otro lado, temía se moje su nuevo vestido. Pensó en que sus fuertes patas capaces serían de dar un buen brinco, pero tuvo temor y se entregó a la vagancia, a ver si saltando a la orilla fallaba y el vestido tan lindo al fin se mojaba. Creyó mejor que la grulla sin interés su ayuda brindaba.
La rana saltó al pico del ave y el ave hambrienta la tragó de un bocado, se escuchó el croar de la rana antes de morir diciendo dolida.
-Grulla malvada, yo creí en tí!-
-Rana estúpida, no cabe en mí tu reclamo pues deberías haber confiado en tí y superado tus temores antes de entregar lo más preciado a un desconocido.-
La grulla desplegó sus alas y echó a volar, pues como bien dice el viejo cuento, pájaro que comió, voló con la panza llena, y el corazón contento.

Moraleja: Aunque temas o no creas, no dejes a otro el menester que a ti te ha tocado, tu vida ha de ser tu tesoro preciado; y si a la holganza o al miedo tranquilo te entregas, aquello que fueras otro se lo queda.

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