martes, septiembre 09, 2008

Expedición a ningún lado -- Poesía

Habían estado buscando
la ciudad de los corazones partidos
no había en el grupo ni uno
que tuviera el corazón roto
por eso iban llenos de expectaivas
con la esperanza en alto
y blancas las sonrisas
reían por el camino
que paso a paso iban haciendo
sería lunga la travesía
que duraría más de un mil días.

Iban todos preparados
a toparse con un mundo nuevo
y millones de sensaciones
que emergerían de lo profundo.

Caminaron con tesón
sin perder la esperanza
había en el aire
una cierta extravagancia
era el jolgorio
de la posibilidad
de ser descubridores
de abrir nuevas puertas.

Al cabo de las décadas
estos valientes hombres
fueron perdiendo sus fuerzas
los escollos cada vez
se volvían más infernales
y la imposibilidad de pasarlos
mancillaba sus ánimos exaltados
perdieron su fe, su esperanza
ni las estrellas sus noches alumbraban.

Algunos fueron muriendo
otros tanto renunciando
hasta que al final de dos mil diez proezas
pocos fueron los que quedaron.

La ciudad estaba perdida
entre unos valles y unas rías
plantas de toda especie
cubrían sus paredes
los pocos que llegaron
al ver la ciudad en ruinas
no sintieron en sus almas
ningún tipo de alegría
caminaron por las calles
hasta llegar al centro de la misma.

En otra época una plaza
allí mismo se emplazaba
a la izquierda había un templo
a la derecha, la casa de gobierno
una escuela por delante
y atrás había una piedra
del tamaño de una casa
y en cada una de sus caras
el siguiente texto, rezaba:

Esta es la ciudad maldita
como corazones partidos, es conocida
no llegarán aquí nunca
los de gran corazón,
los bienaventurados,
quien guarde esperanza.
Será esta la fría tumba
de la felicidad y la alegría
el que busque algún tesoro
no encontrará aquí nada
sentirá fuerte desazón
y en mil pedazos el alma quebrada
no encontrará nunca el camino
que le dará regreso a su casa;
por tanto llorar se secará su espíritu,
y ni el infierno querrá aceptarlo.

Será la muerte la consejera
del que aquí llegue
sin invitación, ni advertencia.

Los valientes lo leyeron
y lloraron como niños
entendieron que todo esto
no era más
que un juego del destino.

Intentaron emprender la vuelta
pero no encontraron nunca el camino
su vida, lentamente, se deshizo
y de ellos nos quedó ni el recuerdo
salvo este triste escrito
en una montón de papeles viejos
encontrados en algún sitio
cercano a ningún lado.

Quien lo encontró
sonriente era
y aún hoy sigue llorando
pensando en esa pobre gente
que por aventura buscó
encontrar un nuevo mundo
y a fin de cuentas lo lograron,
aunque haya sido de la peor manera.

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