jueves, mayo 31, 2007

Vigilancia -- Cuento

Son casi las doce del mediodía y no está pasando nada, el sol pega perpendicular y caliente, las sombras no existen pero los fantasmas de siempre siguen dando vueltas por aquí cerca. No debería haber tanta impunidad, deberíamos estar todos medidos por la misma vara, con el mismo respeto, con la misma ley. Pero hay quienes no soportan ser iguales, que necesitan ser distintos, y por distintos, no por más, abren un nuevo mundo de posibilidades de como y hasta donde torcer las leyes, llevando su flexibilidad hasta la máxima tensión posible antes de quebrarse. Hace mucho calor, sobre todo dentro del automóvil que ni siquiera tiene aire acondicionado y como llegué antes del amanecer no pensé en la maldita sombra. Bah, como iba a saber que ese cornudo se quedaría tanto tiempo dentro del departamento con sus cositas. Maldito perro, a veces me gustaría tener el poder para cambiar las cosas sucedidas, igualmente por más que pudiera cambiarlas, no creo que la cosa mejore, solamente cambiaría en su totalidad, por lo que si pudiera volver en el tiempo, y remendar las sisas que el músculo obliga, quienes ahora son infelices, tal vez en el ahora mejorado, serían igualmente de infelices, debido a que nada les hubiera pasado por lo que seguirían con su misma rutina de siempre, sin cambios, sin exabruptos, ni nada. Siguiendo esa vida aburrida que hacían antes que ese perro llegará con sus necesidades de individualidad, con su ego desordenado en una búsqueda istriónica de protagonismo.
Si, no me cabe duda que es un trabajo sucio, pero un trabajo al fin, muchos dicen que es deshonesto y que roza con el mal gusto, pero qué es peor? Observar a quienes cometen ilícitos o cometerlos directamente? No me pienso como un justiciero, no tengo en mis manos la verdad absoluta por lo que de cuando en vez, cuando cargo de a una las balas en mi pistola pienso, irremediablemente, en todo lo que el poder causa sobre quienes lo ejercen y sobre quienes es ejercido. La mañana es demasiado larga y todavía no hubo señales, es extraño, en todos los días que llevo siguiéndolo nunca se había quedado tanto tiempo en este lugar, es como si hoy estuviera haciendo algo importante... no creo sepa de mi existencia y vigilancia, he tomado varios recaudos, lo he visto entrar, asomarse a la ventana mientras prendía un cigarrillo, expirar una larga bocanada de humo, sonreír de una forma hijo putezca y llevarse el celular a la oreja.
Hace quince días que estoy detrás de él hasta convertirme en su sombra, en su espectro, casi pienso como él, estoy seguro de saber lo que piensa, lo que come, lo que siente... entiendo sus gustos, sus simpatías, sus fortalezas y sus debilidades, de a poco fui conociendo su pasado, su presente y añoro su futuro entre rejas o bien dentro de seis placas de roble herméticamente cerrada. Lo raro de seguir a alguien durante tanto tiempo es que uno termina mimetizándose con el perseguido. Sin darme cuenta, dejé el traje, la corbata y los zapatos con cinturón a tono para usar los jeans oscuros con camisas floreadas, coloridas y exóticas, llevo una all stars desatadas que me acompañan a todos lados y no me afeito desde hace una semana. Seguro que gracias a esto he podido entrar y salir sin problema alguno, sin generar sospechas, ni resquemores, ni miradas descontentas en donde él ha entrado y salido con la tranquilidad del inocente ... casi no duermo, pero a quién le importa si ni me importa a mi mismo. Hace rato que no tengo noticias de mi mujer que un día levantó sus petates y mis hijos y se los llevó con ella, vaya dios a saber a donde y con quien. Hace tiempos ya que he decidido no llevar el trabajo a casa, por ésto es que nunca volvía hasta terminar el trabajo que tuviese en ese momento. Muchos me advirtieron que la obsesión rompía los hogares, nunca los escuché, nunca creí en la posibilidad que mi mujer y mis hijos no entendiesen la necesidad de darles un hogar firme y sin vicisitudes, claro que entendí, tarde pero seguro, que un hogar sin dinero puede estar pleno en felicidad, pero una familia sin uno de sus integrantes, siempre tendrá un faltante para la plenitud. Que ganas de fumar, maldición, que ganas de fumar. Debería haber comprado más de un atado de cigarrillos y tenerlos guardados en la guantera, decir que mi petaca siempre está llena y me acompaña en los fríos momentos de soledad, calentándome las entrañas, aliviando mi halitosis, aclarando el pensamiento. Puta madre que aburrimiento, ya van más de doce horas aquí clavado y nada ha pasado aún, toda la ciudad se comporta de manera natural y rutinaria, el canillita desde la esquina le ofrece las noticias a los conductores, ya golpeó mi vidrio como quince veces y no le he dado ni un sí, ni lo he visto siquiera, sacudí mi mano pidiéndole que se vaya, me puteó el muy condenado, lo escuché y vi por el espejo retrovisor como me hacía la señal con su dedo del medio. Qué decirle? Mocoso malparido. El debería saber mejor que nadie que no todos tenemos dinero para lujos, leer el diario es uno de ellos.
La puerta del edificio de departamentos se abrió lentamente, no rechinaron sus visagras, y si lo hubiesen hecho no las hubiese escuchado. El hombre esperado salió con una pequeña mochila al hombro, eché a andar el motor siguiéndolo silencioso, dejándose llevar por la correntada de la avenida que avanzaba a paso de hombre. En la esquina, el semáforo decía hasta aquí no más y todos se aglomeraban en las esquinas enfrentadas. El esperado, una señora con bebé, una joven con una niña de la mano, un hombre de negocios... todos esperan por igual en las esquinas, sin distinción de credos, status y/o colores. Las esquinas son engañosas, muestran como un otero todo lo que hay alrededor, un hombre paciente y expectante siempre mira hacia todos lados, un hombre común no. Por el espejo retrovisor seguía observando los movimientos de la gente que en la esquina esperaban, sin aviso y de la nada, el perseguido se vio envuelto en una trifulca con un ratero que tironeó de su mochila, forcejeó un poco entre las gentes que se abrían horrorizadas ante la inseguridad que la ciudad ofrece, un grito agudo y dolido escapó de alguno de los que esperaban cuando el hombre con mochila cayó al piso tomándose los abdominales preforados por una navaja esgrimida por una mano inexperta. Bajé del auto corriendo y me aproximé al herido que se desangraba a borbotones por la herida sufrida, lo tomé en mis brazos mientras exhalaba sus últimos sorbos de vida, me miró a los ojos y sonrió mientras moría. No estoy seguro, pero creo que hay una justicia más justa que la del ser humano, sin dudas es la justicia de dios.

miércoles, mayo 30, 2007

Los días que corren -- Cuento de "Cuentos"

Vaya uno a saber porque rara ventura, a veces el alma se siente sola, trémula e inconsistente, tal vez abandonada por la caricia de dios que siempre es una ventisca cálida y simple... y el miedo, que atormenta con las fragilidades del espíritu, que es tanta la soledad que carcome por dentro que ni las lágrimas que una tras otra caen, sienten la suave compañía de aquella que la antecede, que esa otra que detrás les sigue la huella, es claro verse frágil y desguarnecido en un mundo hostil lleno de muertes e impiedades, donde la envidia y el odio son la moneda corriente, con la que la ambición desmedida de otros, nos pasa factura a los que menos poseemos, porque ellos quieren todo lo que existe y algunos queremos solo lo que creemos.
En estas manos que entienden su tamaño real cual guijarro y no temen en ser pequeñas si no brutas o asesinas de sueños puros; o en estos pies que dejan una pequeña y delgada huella que tan solo con la brisa se desvanece. Haber nacido con estos ojos que solo miran; con esta lengua que solo dice, solo sienten... todos estos haberes además de ser una bendición es de las maldiciones, tal vez, la más maledicente...
Tiembla la carne, por sus venas, que son azules por el frío que corre dentro de ellas, este frío que nos hela de a poco esta carne caliente que tiembla, y se va liberando el alma de esta cárcel que muere en vida constantemente...
Tengo miedo, frío y soledad, las miradas allá afuera parecen racimos de odio y necedad, las miradas acá adentro son las almas pares que una a otra se acaloran y acompañan. Es tan fría la soledad del que teme como el temor del que se siente solo. Estamos solos desde antes de ser paridos hasta la muerte misma. Aunque tengamos el amor de quien nos ama, la compañía de quien nos acompaña; el silencio y la necesidad nos estrujan el estómago de miedo y nos aíslan, nos entregamos ignorantes a las manos de dios, ignorando naturalmente a que o a quién nos entregamos, y es tanta la soledad que sentimos y somos tantos en esas manos que creemos estar acompañados por más gente que teme a lo que uno teme, y dios es esta imagen que creamos. Y él no tiene en quien recostarse y llorar sus miedos, sus fríos, sus soledades.
Habrá quién lo acobije en el seno y le acaricie el rostro limpiándole el temor reflejado en sus frías lágrimas, dios nos necesita tanto como a él nosotros, y lo abandonamos al abandonarnos, porque el frío nos aísla y aún el frío está en nuestras miradas.
Extraño es uno cuando se mira a sí mismo y encuentra que uno es esencia de sí mismo y ese misticismo nos hace distantes de nosotros mismos, tan distantes que nos olvidamos de quien tenemos al lado y sobre la palma de quien estamos.
Es tanto el silencio que el sufrimiento se hace carne y el dolor costumbre, y la felicidad una oruga que de cuando en vez se transforma en mariposa y se va volando.
Estoy triste y solo en el día en que dios descansa, aunque el reloj haya sonado ya las doce y para estos que deambulan, el diablo ha metido su cola tan hondo que uno cree ver la mariposa volando perdida allá lejos en el horizonte.-

martes, mayo 29, 2007

Boggart - Poesía

Soy un ser mágico lleno de entuertos
que se deja ver a través del follaje,
desnudo, libre, ilimitado,
con poemas nuevos
con canciones buenas.
Mágico y silencioso
permisivo y preguntón,
calentón desenfrenado
a la hora del amor.
Soy un ser mágico dispuesto a todo
a entregarme despacito
a darte lo que quieras y quitartelo cuando sea.
Soy capaz de lograr la sonrisa más floja
la mirada más caliente
el suspiro leve del amor
y la electricidad del rechazo.
Soy capaz de llevarte de la mano hacia donde quieras
o que me lleves donde yo elija.
Soy un ser mágico lleno de magias y encantos
que me muestro como soy
y me ven como tienen ganas.

lunes, mayo 28, 2007

Motivos -- Poesía

Escribo para alcanzarte
para llegar hasta algún punto de tu alma,
para que al tus ojos acariciar mis letras
de alguna manera al fin sonrías.
Escribo para que veas
que hay muchos más puntos de vista,
que todos tenemos una razón
que por lo general es compartida
pero nunca ninguna es única y absoluta.
Escribo para conocerte,
ya que no tengo otro modo de hacerlo,
salgo desde lo más profundo de mí
hasta el lugar de vos donde me dejes llegar,
desnudo, con los tabúes que tenga encima
sin ninguna gasa de incordio que interfiera
entre lo que soy, lo que doy y adonde voy.
Escribo con tal de llegar a vos,
aunque de nada sirva, aunque me repelas,
solo busco de alguna manera conocernos
expandirnos y crecer juntos día a día
hasta que al fin no existan más
ni barreras, ni fronteras.

domingo, mayo 27, 2007

Saudade vos -- Poesía

Es tan triste la soledad sin vos
por que a veces cuando estuviste conmigo
también me sentí solo
pero más que bien acompañado.
Compartiendo la soledad que tenía
junto con la compañera más linda
con la mejor compañía.
E intercambiabamos suspiros y miradas,
sin querer resoplábamos a dúo
y nos mirábamos sorprendidos
y nos sonreíamos grande y lindo
por no estar tan solos en plena soledad.
Esta soledad es flácida, casi impertinente,
tu recuerdo no me abraza con tus brazos
y tus labios saben a recuerdo,
la melodía de tu voz resuena como un eco
y en la soledad de la habitación
la oscuridad y los rincones murmuran tu nombre.
Casi Casi te diría que esta soledad que nos persigue
se porfio en hacerme creer que estamos abandonados,
que ya nada ni nadie importa más que el desdibujo de mi sombra
en las paredes grises de la añoranza,
y desde los jardines donde florece el olvido
me llama cómplice, para que vaya a pasear con ella
y deje de lado una vez por todas
toda esta necesidad de vos que tengo.

sábado, mayo 26, 2007

Tips -- Poesía

"No sé lo que quiero
pero lo quiero ya" -- Luca Prodan

Busco el destino
ingenio una especie de futurología,
intento silencioso
pergeñar un plan para seguir y salir airoso
de los posibles abatares que se advienen,
por esto, aunque a veces las fuerzas flaqueen,
siembro,
siembro de a una las semillas,
semilla por semilla.
Siento, pienso, actúo, busco.
Trato de encontrar la estrella,
de inspirar lo que el viento traiga consigo
el olor a tierra o el aroma de la tormenta,
la caricia colgada en la cola de la brisa,
el tic tac exótico del bailar del tiempo,
la distancia recorrida desde el nacer,
y comprender de una vez por todas
la rara idea de la muerte.
Ese destino silencioso y sorpresivo
que se encuentra a la vuelta de alguna esquina
esperando a todos por igual.
La vida es esto que nos rodea
que nos purga, que nos trae y que nos lleva,
sin lógica alguna, sin sentido aparente,
como la hoja otoñal que cae lentamente
y se posa y descansa, en el lugar correcto.
Siento la magia, creo la magia, creo en la magia,
al menos, deseo fuertemente que ésta exista
me resisto a quedarme con lo que el tiempo da
me resigno a desprenderme de lo que el tiempo quita
No reniego, aunque protesto al borde de la herejía
con una elegía boba y casi vacía
decidiendo sin base ni fundamento
tan solo por instinto
cual es el destino al que puedo arribar,
al que debo, al que quiero.
La vida es esto, eso es indudable,
la magia está en saber que hacer
y hacerlo sin dudar.
Por esto siembro, siembro de a una las semillas
en el surco trabajado,
bajo el rayo del sol
bajo la luz de la luna,
no apuro resultados
no desespero desventuras.
Sembrar, cultivar, esperar y lograr
son los pasos a seguir
este es mi plan, espero también te sirva.

viernes, mayo 25, 2007

Cuento Policial -- Cuento de "Cuentos"

Una llave violó el agujerito de la cerradura silenciosamente, las sábanas volaron por los cielos y un percutor resonó tres bangs en la amaneciente ciudad (sépanlo no siempre se mata de noche); en la esquina un perro con pocas pulgas se rascaba con la pata detrás de la oreja y el pesado despertar del sol revivía a una ciudad más muerta que viva.
Idoneo Ignoto se había levantado más temprano por una goma pinchada, o bien, también es posible, por la enciclopedia universal que María había tirado sobre su cabeza a modo de despertador.
-Andá a trabajar, vago de mierda!-
-Qué carajo te pasa loca de colchón?-claro que los vecinos estaban harto acostumbrados a ser despertados, no sólo por los gritos del cuarto "F", si no que también, estaban acostumbrados a los golpes que María le proporcionaba a su amante, a su marido, a ese hombre que compartía el lecho con ella.
-Siempre lo mismo vos, sorete vetusto y malagradecido, estás todas las noches de joda y al otro día ni Cristo te puede levantar, tené tu café, tené tus mediaslunas, tené tu mermelada, tu mantequita y tomá el cuchillo-; las sábanas volaron coloreadas de marroncito bosta de bebe con estival, Idoneo saltó de la cama con mermelada hasta en las orejas, con la manteca necesaria como para hacer una torta sobre él y que está no se pegue, las mediaslunas, certeras, se clavaron en cada parte vital del cuerpo de Ignoto que entre plumas de pato proferidas por herida almohada hecha con punta de arma blanca arrojada al aire azarosamente con tal de clavarse en algo, puteaba a diestra, ambidiestra, izquierda, siniestra.
-Vos estás más loca que un plumero, por qué no te cortás las venas?, gorda hija de puta!-así tomó un par de mudas sucias, (fué lo primero que tenía a tiro), y salió caminando por la entrada principal mascando remordimiento, pensando en cómo carajo se había casado con esa mujer tan trastornada psíquicamente, camino por el boullevard como todas las mañanas respirando el aire fresco que le hacía creer que el día para él sería distinto, "...iluso, iluso..." se decía y se repetía; Ignoto entraba a trabajar a eso de las nueve de la mañana, sólo que su mujer lo despertaba a los gritos al amanecer para romperle las pelotas y nada más. Idoneo pensaba en las palabras dichas por su psicólogo y las ponía cara a cara con las dichas por José en el bar, hablando de José, él era un solterón de tez algodón, alto, fornido y rubio, con la masa muscular de un hombre joven y atlético y un cerebro pródigo, a decir verdad, José, era el sueño erótico de cuanta mujer ande dando vueltas por el barrio, claro que, éste, ya harto de las mujeres, parecía tener unos gustos particularmente extraños...bah! extraños, en éstas épocas todos los gustos dejaron de ser extraños para pasar a ser comunes, aunque en sí, volviendo al tema, las cosas que se decían de José salían del mercado, de las comadres gordas y solteronas, chismes de barrio, bien saben ustedes como son esas cosas, tal vez José, paseaba pacientemente por allí (por el mercado...no hacía falta aclararlo, no) y alguna comadre alorada de pico afilado y cuerpo bóvido andróginado, se lo habrá querido voltear sobre la radicheta, y...él, obviamente, dijo no y la gorda creyéndose i-rre-sis-ti-ble empezó a injuriar y lujuriar al pobre amigo y compañero de Idoneo que en este momento se estrechaban las manos en el café de la esquina del trabajo.
-¡Qué cara de estar comiendo mierda!-
-Por favor, hoy...putea lo menos posible, me hacés acordar a María y se me pone la piel de gallina-
-Soy policía no me pidas imposibles...-pavoneó José con orgullo usando su colt como cola de pavo, dos sonrisas cómplices estremecieron los aires acafecalados, acicalados, del pequeño tugurio-...¿tan mal estuvo eso, ché?-
-De terror hermano, me despertó con un enciclopediazo en la cabeza, cultura...gritaba...querés cultura?, gritaba...tené cultura!, gritaba... la que necesita cultura es ella...todavía no entiendo por qué carajo me la quiere meter a mí a la fuerza?-
-Un enciclopediazo en la sesera, humm suena tango...-sostenía José su barbilla con sólo tres dedos.
-No seas pelotudo querés, hablo enserio, no siempre fué así, al menos eso quiero creer, antes había un lindo romance, como el tuyo y el de Sabrina... -pausa ma non troppo-¿qué fué de esa mujer?-
-No soportaba mi profesión-José clavó dos puñales en los ojos de Idoneo que lo miraba sabiendo que los puñales son amigos del silencio siempre...pero...tan solo por un rato o por otro tema.
José se rascó la barbilla con la mano derecha y con la izquierda se acomodaba algo debajo de la mesa.
-Sabés lo que pienso?-
-Mejor no saberlo-Idoneo cayó pesadamente con su mirada sobre una mosca que no le dió pelota.
-Esa zorra te está cagando-
-¿¿Quién??...¿María?...-la mosca se fué- si la hija de puta es más fea que dormir con ella...no...quién va a ser tan pelotudo como yo...Nooo!!...cuando me casé; sí que era linda esa vaca hedionda!-
-Dejáte de joder siempre fué horrible, un moco, un zurrusco regalado al amanecer por algún linyera malparido e hijo de puta-
-Se ve que es cierto. Somos policías...no podríamos dejar de putear ni ante San Pedro el día del juicio final...-
-Hablando de eso acordáte que hoy atestiguamos y tenemos que estar en tribunales al mediodía-
-No sé si ir, el chabón que agarramos es muy groso, si no nos hubiésemos dado a conocer en la prensa...no sé si estaríamos vivos.- José miró el reloj.
-En diez segundos te va sonar el beeper. No creo que pueda zafar tenemos muchas pruebas y si fallamos acá...lo mandamos a la interpol, quieras o no, siempre siempre siempre hay álguien mucho más fuerte que otro-
-Ese bip es bip el problema...-un beep-beep beepereoso comenzó a romper las pelotas-...quién es?-preguntó Idoneo a José con los ojos llenos de asombro y orgullo por tener tan hábil compañero.
-Mío, detective sí...adivino no, soy José no Sherlock Holmes-
-Mirá que estás al pedo José-
-El que está al pedo sos vos, mirá la pregunta que me hacés...esto es la vida real negro, ésto no es un cuento de un fulano que juega a ser dios dándole vida a un par de idiotas nacidos en su imaginación, acá te matan, acá te cagan, te puedo cagar o matar yo, sin querer o bien queriéndolo, andá a saber, no seas tan huevón...ahí viene Ricardo...-un hombre caucásico de estatura mediana, perfil greco, una nariz peligrosamente afilada , ojos huidizos de ratón y mirada negra, hosca, rápido para las averiguaciones en el bajo mundo.
-Ché...José, ¿no tiene cara de ratón?-
-Eso...no lo dijiste recién?-
-Qué cosa?-
-Ratón-
-Serás vos-Ricardo entró al bar más enérgico que nunca; las punteras de sus zapatos tropezaban con sus talones. Se desplomó sobre una silla en la mesa de al lado y haciéndose el otario les pidió el azúcar y sin decir más, tomó un sobresito en sus manos lo tiró al suelo previo a salir corriendo y gritando. Ricardo era así, la mayor parte de sus conocidos ya estaban al tanto de la pequeña locura existente dentro del diminuto y derruído cerebro del pobre hombre que había ganado muchos años atrás, medallas, banderitas y globos con el emblema policial del gallo escupiendo fuego por sus siniestros ojos; claro que era en la época aquella en que la estrella de honor, la medalla al flato azul más bonito significaba algo, en fin, él era uno de los mejores policías de la ciudad y si no fuese por su trauma y su locura ahora mismo él sería jefe de policía o alguna estupidez por el estilo.
-En qué pensás José?-
-Ricardo...pensaba en Ricardo, ese pobre hombre desde la muerte de su mujer...ya no es el mismo.-
-También, no es para menos...ese sí que estaba casado con una zorra, mirá que la hija de puta solo para cagarle la vida le pide que vengue su muerte y la muy hija de puta se había suicidado...cómo se puede ser tan larva, cómo se puede ser tan hijo de puta, porque tanto a María como a esa mujer le caben nada más que ese epíteto, son las dos unas hijas de puta, es más...no me llamaría la atención que María, también me hiciere eso, que se suicide, y me eche el fardo a mí...-
-No seas ridículo Idoneo, ¿ para qué María te haría eso?-
-Para cagarme la vida, nada más que para cagarme la vida, menesteres de la mujer, romper tanto las bolas a su macho para que éste se canse, se rompa y no pueda procrear; por qué?...porque tal vez, el tiempo, las coge, las deja gordas, quedan más feas...no José, yo creo que la primer causa del porque de un criminal es estar casado; más allá de cualquier otra cosa, infancia de mierda, padre adicto, madre loca como una cabra que se lo violaba en los ratos libres, bla, bla, bla, bla, bla...-Idoneo seguía hablando al pedo y llenándose la boca con ideologías estúpidas y palabras vacías, diciendo...cosas, diciendo bla, bla, idóneamente (como cable a tierra) seguía hablando con los ojos clavados en José pero sin mirarlo, como un confesor arrepentido, claro que José pensaba para sí mismo, "¿Qué mierda le pasa a éste chabón?".
-Vos qué decís?-preguntó Ignoto.
-Qué son todas iguales!-medio grito al mejor postor, José seguro de sí mismo sabiendo que el hilo de conversación era ese y a todas esas conversaciones de minas en los bares se las cierra igual. Sabía de memoria que después del suspiro de desahogo obligatorio del que putea a las mujeres, una escapada mental por la ventana viendo aquella mosca que busca lugar donde tomarse una gaseosa, comprar un globo a su hijo y descansar, otro tema más interesante volaría por allí.
-Quiénes?-
-Las minas son todas iguales-Idoneo se pusó de pie cerró los puños y posó todos los nudillos amenazantes sobre la mesa, miró a José con una especie de cólera niño, cólera desenfrenada, enojada e histérica, parecía una mujer, un niño histérico, una puta en celo, o un gay con la desesperación de ver que se le está cayendo el culo.
-No me escuchaste un carajo no, hijo de una gran puta.-José se sobresaltó, nunca había esperado, ni por las tapas, una reacción así, menos de Idoneo que dentro de todo parecía ser una de las personas que más retenía a su ímpetu salvaje, sin importar siquiera, si su humor externo era el mismo que el interno(cuestión de yogas y de osos que enseñan pacificación interna bla, bla, Idoneo creía), por lo general, como se dice vulgarmente, "él era un hombre frío y cínico"(el vulgo de esa seccional, no era el vulgo que encontramos generalmente en otra seccional demás está aclararlo), de sensaciones contadas con los dedos de las patas, subliminalmente repulsivo para los interrogatorios, uno de los mayores enemigos de la mentira dentro de la sala de interrogatorio, más frío que un cúbito; José e Idoneo, flor de equipo papá! , las calles de fuerte apache se limpiaban en silencio al pasar ellos, diez minutos después...todo volvía a su cotidiana anarquía.
-Sería bueno que te tomés otro café...hoy va a ser un día muy pero muy jodido- José levantó el inquisidor índice y el mozo estaba lamiendo ya, la suela de su edil zapato lustroso como las estrellas y no las de cine. Ignoto respiró un poco de su idiotez y se dió cuenta que el rídiculo y el absurdo son fáciles de encontrar, hasta a veces pareciere que fueran amigos y todo, el mozo les aproximó dos pocillos de café (les dió el jicarazo???) que orlaron la mesa junto a dos vasitos mugrientos y muy usados que se reflejaban en la jarrita plateada marca Jarrita. José sonrió viendo su reflejo de cara anforada tipo boliviana o tinaja de barro peruana que se agrandaba a la altura de su pera y se ensanchaba en su mentón haciendo el rostro de José, realmente, deforme.
-Es divertido como las cosas se reflejan distinto, la jarrita y su reflejo, bien podría ser realidad, bien podría ser ficción, algo así como el mundo infinito existente en el reflejo de dos espejos enfrentados.-el vaso que volaba ante la pequeña y vana filosofada de José, le echó su elixir en la seca garganta asfixiada de sequedad, Ignoto sonrió viendo su reflejo del otro lado de la jarrita.
-Si fuése como decís dentro del reino jarrita, por llamarle de alguna forma, María no sería lo que es y todo, hoy, sólo hoy, para mí, sería distinto...-Una abeja se posó sobre el borde de la taza de Idoneo; dió un par de vueltas y se fué.-...te parece que el tipo este pueda llegar a caer-
-Ya cayó-Ignoto lo miró sin sonreír, a José no le importó, no esperaba sonrisas, esperaba realidades, las de siempre, acción, cámara, luz, no luz no por favor, a ver sí entre tanta oscuridad un silencio de trueno y una estampida con zurco abría una brecha con sensaciones polvorientas que arderían dentro de las venas, sin luz...por favor sin luz.
-Pensar que siempre, desde el principio, en este país elegimos mal las simbologías-
-¿Qué te pasa hoy barón, te agarró eso de la liturgia?-
-Es enserio, escuchá, como querés que la fuerza policíaca sea amable si somos un gallo, bicho agresivo que sólo sirve para coger gallinas o pelear contra otros gallos, qué defiende sólo el gallinero, qué defiende sólo a las gallinas, bicho que ni siquiera pone huevos, cacarea, cacarea al pedo y no tiene poder en absoluto, por suerte, grita de mañana y después solo da vueltas y vueltas picoteando el piso levantando los granos de limosna que le tira el patrón o algún otro más fuerte, gallo, soberbio y bicho de mierda, ¿De qué otra forma podríamos ser?-
-Las nueve menos cinco, vamos dale- bifurcación.
-Pagamos hoy?-
-No, hoy no traje sencillo, en todo caso mañana no cobramos por dejarlos tener algunas mesas afuera.-
-De algo hay que vivir Gallego-le dijo José al encargado que con falsa sonrisa entre dientes y para adentro decía: "...¿Por qué no se van un poquitín a la mierda?, hijos de puta!...", el gallego donó su espalda a los ediles que se retiraron entre farfullos y risueños murmullos, se toparon en la puerta con dos hombres algo nerviosos que al entrar en el bar se sentaron en las mismas sillas donde José e Idoneo habían compartido más que un café...una conversa, el gallego se aproximó a la mesa al momento en que los dos ediles cruzaban por delante de la ventana, viéndose fijo, saludando por lo bajo, con un simple gesto, él a los ediles, ellos al gallego, buonna ventura! pensaron unos, mala suerte, pensó el gallego que al escapar de la mirada protectora de los policías cayó al piso tomándose las entrañas con una puñalada profunda y oscura como un abismo, repleto en sangre, como una bañera repleta de tripas y morcillas, asqueroso, creánlo, y muy asqueroso, el detalle de los intestinos colgando blancos, rosas y enrojados hasta lo más sanguinoliento, el pus de la úlcera, otro abismo, otro agujero y la sangre brotando, manando, mandando al cielo a un gallego que lucraba pulcramente con confituras, infusiones y minutas, fast food a lo gallego jamón serrano queso de máquina(a un gallego jamás le cuenten sobre hamburguesas, ni papas fritas al por mayor hechas con grasa, gallego hace a lo español, si son fritas aceite de oliva y si no joder! son cosas del modernismo), puñal dentro de un puño agresivo que lascivo entra y saca las mentiras, gallego al piso, gritos, gritos, y más gritos, muchedumbre corriendo por la puerta giratoria y por la ventana de donde antes escapaban las prófugas miradas, ahora prófugos cuerpos que huyen por miedo todos, sin culpa solo dos.
-El acusado es declarado inocente de todos los cargos...-cayó como guillotina sobre los cuellos de José e Idoneo, la mirada del yo te lo dije, la mirada del ya sé...ya sé...-...aunque, si usted quiere, puede levantar cargos contra los dos policías que lo detuvieron sin pruebas suficientes-
-Lo pensaré...-en media vuelta enfrentó a la prensa, y dos policías juntaron las mierdas de sus almas en otro café de alguna otra esquina.
-Este es un país de mierda, no veo la hora, que las cosas cambien...-
-Para?, si sos un boludo, lo tendríamos que haber quemado...tiroteo...sabés que tenemos una institución que nos apaña-
-Sabés que no me gusta que otra mano me limpie el culo después de haber cagado...-
-Qué importa...vos sabés que hay veces que sos más boludo que los indios de las películas, las cosas no siempre, menos acá, se pueden hacer de la forma constitucionalmente o legalmente correcta, pero hay tantos idiotas dando vueltas que nos pueden poner tanto de patitas en la calle como de culito en un jonca y salir airosos con las patas por delante... estoy muy harto...todo esto apesta, la institución, el poder judicial, el legislativo, el ejecutivo, son todos la misma mierda y sin ir más lejos también nosotros...-chiquilín que alguna vez yiraste por Bachín e hicieron de vos un tango, como carajo se te ocurre aparecer en mal momento.
-Una monedita pa' comer-dijo tímido el marginadito.
-Tu mamá está enfrente, ¿qué es lo que está esperando?-cuatro ojos adultos contra una tapa craneal peluda, iguales, ventaja dios.
-Mi mamá está esperando que le lleve plata-las lágrimas se dibujan más en las palabras que en los ojos, no olvidar.
-Pero vos nos pedíste comida-con voz de idiota, porque a los chicos se les habla de esa forma.
-Tengo hambre si la hija de puta esa, quiere guita para endrogarse o tomar que se la busque ella...-
-Sabe tu mamá de lo que decís?-la idiotez y las preguntas sin sentido renacen siempre ante la lástima.
-Mi mamá está muerta; se la cargaron unos policías que entraron en la villita donde vivo, ésta hija de puta me cuida desde entonces a mí y a mi hermanito-Idoneo y José intercambiaron las miradas con una cierta sonrisa, con un cierto dolor; será que el dolor no es ajeno a las sonrisas, será que las sonrisas no le son ajenas al dolor; o tal vez será así sólo en este caso.
-Sentáte...qué querés comer?-
-Cualquier cosa viene bien, la pancita está vacía y hace ruido y molesta y mucho.-.
Claro que el mozo,(como toda esa raza de mierda, los mozos, que primero nunca ven cuando uno los llama, segundo, que atienden o mal y a desgano, o te están todo el tiempo encima que si se te escapa un flato, vienen con el aerosol desinfectante de impurezas oloríferas y no te dejan ni sacarte un moco en paz que ya lo quieren hacer ellos)al acercarse a la mesa, miró despectivamente al niño, cosa que de por sí, no les cayó muy bien. El niño inmóvil sobre su silla, paseó su mirada atormentada por la desagradable estampa del siervo.
-Qué mirás gil, traéme algón para mi y alguito para mis amigos, yo invito!-una sonrisa sin ilusión mentirosa, encaminó la mirada del mozo a los ojos de José y de Idoneo como esperando su aprobación.
-No escuchaste al pibe gil, traéle algón para él y alguito para nosotros y rápido que el pibe tiene hambre-el mozo sentenció en una mirada silente a los dos hombres y le pidió a Ignoto un minuto para hablar a solas, Ignoto se puso de pie y se apartó un par de metros, mientras José interrogaba al niño sobre cosas sin sentido.
-Qué pasa?-dijo Idoneo.
-Pasa que el niño no puede sentarse en su mesa.-respondió el mozo tratando de asegurar su voz cosa que esta sonase sin miedos.
-Perdón??-dijo Idoneo, el mozo comenzaba a notar que el piso era su único objetivo seguro de visión, y así también sospechaba que las piernas temblequeantes del hombre que estaba allí delante de él eran un signo de malhumor, controlado.
-Pasa que no sé si el niño quiere algo caliente o frío...-
-Usted anteriormente no había dicho eso, ¿qué fué a ciencia cierta lo que antes había dicho?-
-No me comprometa jefe, son órdenes de la casa, no es porque yo quiera-el mozo ocultó su mirada en otro lado del bar e Idoneo depositó su puño en el mentón del mozo malparido, por lo menos eso le gritaba Ignoto mientras le proporcionaba flor de zurra. Los gritos subían desde el bar del infierno hasta el gris y particular cielo de tribunales que como todo cielo, no es para todo el mundo, al que le dieron la libertad ve solamente en el cielo tribunales, una suerte de color celeste que nunca antes había creído ver, ve como los árboles sonríen alejados de la realidad que los rodea, ve como los pájaros tiran sus relojes a los tachos y se quedan trinando colgados de una rama, como el niño que mangueaba comida, que en mitad de la golpiza ofrendada desde el edil hasta el mozo, el niño, no dejaba de ver a su madrastra por la ventana como le hacía señas atemorizantes, el solamente solo cuerpo la saludaba con una manito y en base a su sardónica sonrisa la hacía enojar, enérgumenear, la hacía poner de los pelos para arriba, roja, de los pelos para abajo, bordo. José, con otra historia en la cabeza, sonreía como un idiota a la nada y saludaba silencioso con una lágrima a un recuerdo, prendió el primer cigarrillo del día, y las cosas dejaron de estar acomodadas en su mente como si esta fuera un almacén y sus pensamientos jamón serrano colgados del techo hace tiempo, mucho tiempo, como los recuerdos de él, como los de José que colgaban de las vigas de su mente, silencios, estacionados, haciéndose de sabor para ser más y más ricos a cada vez, a cada día, otro café, pedido con una sonrisa puesto delante de él entre tanto delirio, el colirio en un bolsiilo y los ojos que se bañan y se humedecen en un día seco y caluroso, una gota de café que cae sobre la mesa y los niños en la calle jugando otro partido según ellos, el bueno, para ver quién paga la refrescante gaseosa generacional, se los podría arrestar por apuestas y juegos ilícitos, pero no hoy, hoy no, un grito descajetó a la pirámide hecha como con cartas de reales escaleras de pensamientos de José, que cayeron dejando un As de trébol negro con tres hojas, malos pensamientos, mala suerte.
-Llamen a la policía, lo va a matar!-ese fué el grito, pero cuál? el de cuando sacó de sus pensamientos recordados a José, el del bar de la esquina a la delegación cuando habían desenvainado para matar al gallego o el que avisaba en aquella oscura noche la muerte de un álguien, un grito sórdido, casi mudo gritado para que nadie lo escuche o solo lo haga el que esperaba encontrar un grito caído en la mitad de la vereda.
-Yo soy la policía-dijo Idoneo mientras salvajemente transformaba la cara del mozo a una masa uniforme, fácil de entender difícil de explicar. El niño en ese momento lloró entre silencios la pequeña depresión de enterarse, que sus dos nuevos, "amigos", pertenecían a esas raza humana que se había encargado de separarlo de su madre por toda su vida, por lo menos en el período que le quedaba por venir, José se dió cuenta, Idoneo prefería utilizar las enseñanzas recibidas dentro de la institución que las que le había tratado de inculcar tanto su oso de yoga como su psicólogo después de aquella época, que en ciertos casos no es preferible recordar,(eso no significa que debe olvidarse), el niño tampoco se dió cuenta, además el hambre no deja que las verdaderas humanidades se asomen a la ventana así porque sí, por lo menos a la venganza, o alguien conoce a otro alguien que se esté vengando de otrora con la panza vacía?. La venganza es sólo para el que come, o peor aún...para el que comió, las cosas por orden, sobre todo en el serhumano; primero uno, después a su debido tiempo dos y así sucesivamente, por que todo, todo tiene más sentido si se lo lee aparte, punto, gira el rulero sobre la cabeza de María y sin caer al piso, sabe que sus juanetes si duelen es porque va a haber quilombos, la enciclopedia..."...es difícil de explicar a otros; es cuestión de sensaciones, es cuestión de sentir o soñar que las cosas van a ser terribles y tratar de avisar; pero no soy oradora y no se hablar, además siento que él no me entiende...se merece él todo ésto..." algo de cosas rondaban sin redondear los pensamientos de María, que miraba a Idoneo durmiendo en el más prófugo y letárgico sueño, con el pie fuera de la sábana y las cobijas, con el pulgar erguido al cielo como asumiendo su postura magnánima y fuerte de ser un arrastrado ante un dios que poco sabe del tupé de los dedos gordos. Dos golpes no de estado si no en la puerta, derrocaron el despótico gobierno que monarqueaba en su cerebro. Adiós remember, helo presente.
La taza se acercó a la boca de Idoneo y dejó al líquido bajar por su garganta y llegar hasta su estómago que sufría de una pequeña acidez con regusto a recuerdo que no se puede olvidar por más que uno lo intente. Siempre la ventana, la propia, esa en la que uno se sienta y toma posesión en uno u otro bar, esa ventana que proporciona tantos escapes internos como externos, era otra vez esclava de los verdes y afilados ojos del niño que veía a esa desconocida que en sí; es lo que es (algo así decía Juan Manuel).
El hombre salió de tribunales con la sonrisa embargada por un abogado que le devolvió la libertad física pero no la económica, (¿existe libertad entonces?)claro que su sonrisa sería de una sola pieza hasta que llegase a un bar, se pidiese tres cafés y los tomáse él sólo mientras pensaba, que tres mesas más allá un hombre golpeaba un mozo profiriendo epígrafes en mil puteadas coloreadas de azufre. Qué importan los colores cuando ya todo está negro, dejó el maletín a un costado de la silla, bebió su último café con ganas, posó la taza en el platito, y redundó en sus pensamientos mientras se ponía de pie y se iba dejando atrás su pasado y su maletín; José sonrió, el niño seguía sentado sonriendo ante la reacción equívoca del edil para con el mozo.
La sesera interna de Idoneo era un soberano despelote sin comienzo ni fin, las palabras del psicólogo que le recomendaba, un manejo más espiritual, más controlado en sus reacciones, no así tan a la que te criaste, pensaba en María y cada golpe era más y más placentero, pensaba en José y en el niño, y sus golpes apenas rozaban la cara el mozo, pensaba en el hombre, en ese hombre que entró a tribunales por la misma puerta en que salió, y sus golpes se reían de si mismos, juego sin caricias, el del alma por supuesto.
Alguien entró al bar y se sentó en la mesa donde el hombre había olvidado su maletín se pidió un café, posó su teléfono celular sobre la mesa, le trajeron el café, lo bebió y se fué, previamente espío dos o tres veces su reloj cosa que en sí, no tiene mucha importancia, José se puso de pie y fué al baño, de paso tranquilizó a Idoneo que había ganado la aprobación del mozo y éste le juraba que si lo soltaba, la casa invitaba con cualquiera de los gastos ocasionados pero que por favor le dejase de pegar, José e Idoneo se retiraron al baño, Idoneo se acercó a los lavatorios y comenzó a lavarse las manos y a reír a carcajada limpia.
-Me parece que se me fué la mano con el mozo...¿no?-
-No sé-respondió José que ya se había apropiado de un mingitorio-no un poco, yo que sé, dentro de todo, se lo merecía, quiero decir, si vos fueras civil te hubiera llevado preso pero como sos un representante de la ley. Para qué tenemos una institución que nos apaña.-la sonrisa de José se dibujó explicativamente y hay cosas que no vale la pena explicar, José zarandeó su mano derecha, cerró su bragueta con la izquierda se acercó a Idoneo y en el lavatorio copiáronse uno y otro del menester de otrora que en si era el mismo...lavarse las manos. José en mitad de un remunerado silencio, levantó la cabeza y algunas haches escaparon de su boca, Idoneo lo miró, José prefirió callar, Idoneo prefirió que el otro calle.
El día pasó con más penas que gloria, y la luna quizo también jugar este juego y quiso también atestiguar en la contra de algún alguien que estuviese o no implicado en esa u otra sandez,la luna quería figurar, nos entendemos...
-La investigación empieza después de la seis-acompañó con un guiño, Idoneo sonriente le contestó.
-María me espera...mañana?-
-Hoy iba a ser más interesante , tengo un chiche nuevo-
-Está bien pero rápido como siempre.-
Salieron del baño en yunta acariciando cómplices el piso con los pies, soñando con que más tarde las cosas cambiarían de dirección, una pequeña pesquisa, una visita médica para hacer soportable la estadía nocturna con María que en este momento soñaba fervorosamente con la llegada de Idoneo e hicieran el amor sobre el lavarropas o el lavaplatos que también era una buena opción, (hace mucho no lo usaban de colchón) cerró los ojos y soñó humedeciéndose de a poquito las secas carnes de sus estériles mejillas, hace mucho no lloraba, no lloraba desde que se enteró que no podía tener hijos hace diez años atrás, y ella lo amaba a Idoneo y no era una mujer para ser despresiada así porque sí, de todas las comadres del barrio, ella, era la más atractiva, sin ir más lejos y así al pasar cuando ese mismo día, por la tarde en el mercado los verduleros le regalaron achicorias y nueces, el carnicero le regaló chorizos, morcillas y nalga según él secreteaba que era "pa' disimulá", sin embargo el del almacén preferió quedarse con la leche y no regalarle un carajo, ese mismo es el que se encargaba de hacerle guiñitos a José cada vez que este iba al mercadito zonal, se sospechaba algo raro, del almacenero y de José, pero también se sospecha del rengo, o del manco, o del negro, o del blanco, o del hebreo, o del católico, o del lindo, o del feo, o del ser humano, o del serhumano, que no es lo mismo que no es igual; María cerró la ventana a causa del frío, se despertó pensando en quién sería ese hombre que apenas la saludo cuándo volvía del mercado, a ella, ese hombre, le resultaba conocido y no entendía porque lo identificaba risueñamente con un inodoro, se quitó el salto de cama y lo posó sobre el respaldo de la silla estilo Luis Croupié, un amigo carpintero de la otra cuadra, tomó la revista quincenal (de esas que se leen cuando no hay televisión)y perdió el tiempo que se encuentra entre el apoliyo de haberse quedado dormida a medio desvestir y el noni, ¿Por qué...no, eh?. Preguntó silenciosa la araña que teje los pensamientos, la neurona más coqueta le vendió el mejor servicio a la mitad más uno y nada funcionó.
-Y pibe qué tal el chegusan?-el niño miró con dolor de cerdo rengo, de vaca ordeñada y después cuajada, nunca la vaca, nunca la vaca, sintió la caricia del viento en el trigo, sintió la podadora mecánica como lo desarraigaba y le cortaba los pies, sentía como por el precio de un sandwich el niño cambiaba con meros remordimientos su alma; y la venganza?, no hubo venganza, el niño, sabía que no todos los policías eran iguales había algunos que eran malos, otros que eran larvas, otros los coimeros y los que no existen que son los que cumplen con su deber.
Terminó su sandwich pensando en mil cosas más y se fué casi sin saludar más enojado con el mundo que con cualquier otra cosa, cruzó la calle y la madrastra le pegó tal mamporro que quedó de culo en el piso llorando a moco tendido. Los dos se miraron celosamente y sonrieron, sabían que no podían hacer nada mejor con el pibe que lo que la vida había hecho, María había quedado estéril y solo la palabra niño le causaba hurticaria, José odiaba a los chicos, e Idoneo era un sumiso de mierda que hacía lo que María quisisese, es la verdad lo juro, ellos sabían que las fundaciones en este país eran un chiste y que los hogares de niños no servían para chicos que amaban tanto su libertad de manos sucias y ojos viejos de miradas melancólicas.
-Qué moquete no?-irrisorio.
-Qué vas a hacer? las cosas se barajan de una forma.-llegando el anochecer fueron al hotel de las Alabanzas, subieron hasta la habitación "F" como desde hace una semana atrás, cruzaron el vano de la puerta y se besaron con amor e impaciencia.
Los gritos de María ascendieron al cielo del amanecer al darse cuenta que Idoneo aún no había llegado, pensó lo peor...una muerte es una investigación que se extiende, un perro llegaba a la esquina y se sentaba, los vecinos del cuarto "F" seguían acostumbrándose cada vez más a los gritos, María abrió un cajón donde entre algunas y otras cosas se ocultaba una carta de amor de José para Idoneo.
El perro se rascaba tras la oreja llegando el amanecer, tres detonaciones escaparon en total de uno de los desesperados cuartos llenos de frenesí y anhelo, tres detonaciones frente dos ojos que buscaban la explicación del entuerto, el grito femenino la detonación de cuarto "F" el perro echando sus pocas pulgas al aire, y los vecinos del cuarto "F" que ya estaban acostumbrados al griterío y al desorden.

De botones y ojales -- Cuento de "Cuentos"

- Crápulas!- gritó la caucásica anciana de la rue Des Morts, mientras huyendo por la acera tres patinetas sin ruedas chisporroteaban chispas de chocolate e infartos prenupciales a los futuros esposos, de las futuras esposas que como grillos apresan con su canto cinturón al pantalón si no... se caen.
- Crápulas!- volvió a gritar la anciana mientras abrazaba a su marido que yacía en el piso con la boca abierta y sangre en hilos que tejían una telaraña bajo su boca en el mentón sin menta, la baba blanca se confundía con la bilis arrancada del hígado con voraz bronca, con veraz realidad.
- Crápulas!- redundó otra vez la anciana llegando el crepúsculo.
El buen caminante sabe que para llegar más rápido a la rue Des Morts lo mejor es tomar una gaseosa en Plaçe du Les Enfants, girar en Monseiur Pomplemussé y en el boullevard de L'accord recordar las hazañas céntricas de cuando uno era pibe, al pasar el quinto abeto, viene después un roble, donde el giro se hace a la derecha y se llega tranquilamente a la rue Des Morts. Ese mismo camino tardó en hacerlo, Phillipe Toillette, un tipo al que poco le importaba el resumen del todo y sabía que la nada no tenía cosas que resumir; ganó un lugar frente a frente con la anciana que aún gritaba crápulas a fantasmas innertes, a almas que marcan tarjeta para asustar, fantasmas; buuuuu! qué joder y a otra cosa.
-Aló, cómo va...Qué pasó acá, eh?!-
-Tres muchachos se llevaron para y por siempre el alma de mi marido; se la llevaron a fuerza de griteríos y atrocidades. Dejaron el cuerpo indemne sin luz, sin motivo, dejaron que su alma se desprenda presurosa de su cuerpo y se la llevaron con ellos por siempre, para casi toda la eternidad.
-Pará loca, qué te ocurre, qué dice ésta vieja, orate, ex-simia.
-Qué es lo que sucede oficial?
-Esta loca que habla de no sé qué carajo de tres chabones que se llevaron de acá a alguien hecho un moñigo y se lo llevaron a fuerza de canillas y cosas motoras o problemas artríticos, que dejaron el juego endeble y ya no cazé más ni un fulbo de más lo que hablaba. En realidad, si me permite jefe...- el oficial se acercó al oído del inspector Toillette-...la vieja está más loca que los sapos.
Toillette se tomó el mentón y asintió con la cabeza frente a la absurda y descabellada historia que el gendarme Toulus le había confesado a modo de secreto, Toillette, sin querer ni onfender y menos que menos aún molestar, sacó de su bolsillo una pistola calibre nueve milímetros y vació el cargador en la cabeza de la anciana, la alarma del local comenzó a sonar y la mano sobre el despertador indicando que la horas del sueño nunca son suficientes para descansar.
Toillette aún sudado, aún soñaba su sueño perdido tras un despertador, sin ocuparse demasiado en los asuntos cotidianos, la ducha y su vertical chorro sirvieron de calmante para una noche demasiado larga, para un día que vendría, con las lanzas en punta y bien afiladas, inquisidoras y hacia abajo, clavando una suerte de acupuntura sin hilo en los cansados hombros de Toillette, que en este momento se encontraba lidiando con un jabón que había caído al piso y quería irse por el drenaje, la rejilla, el ujerito de la tina, bañadera, llamadle a cada cosa como cada uno quiera, a mí no me rompan los cristales, menos los de mi sueños; ésta maldita costumbre que uno tiene de infringir coerstividad sobre uno... sobre otros. La canilla giró en sentido opuesto (al que había sido girado anteriormente) para abrirse, ya que ahora la estaban cerrando, misterios de la vida cotidiana que nadie se fija, seguía Toillette en la salle du bain pensando idiotez tras idiotez mientras con navaja certera degollaba ideas que habían venido tantas veces como las que habían ido, y los pelitos cargosos que siempre sobran pero que tienen nombre, de a poco, se los iba como podando para que queden pelos bonsai y una barba sin rabino. Toma cuatro escena dos, Toillette ya está vestido con la corbata sacando la última de las mentiras sobre la respiración, la billetera en el bolsillo de adentro, y el rigor mortis de su trabajo; no soportaba hacer autopsias, de hecho tampoco las hacía, en sí estudió medicina, se recibió, fue médico, conoció una mujer, se casó, tuvo un hijo; y ella y su fruto lo abandonaron en la mitad del embarazo hará cosa de esto... un año, a lo sumo... como mucho dos, operó del apéndice a alguien que tenía problemas renales y por uno u otro motivo dejó la medicina para ser policía. Inspector Toillette división asesinatos y mocos pegados en carteles de la calle o debajo de los bancos o pupitres de algún colegio o facultad. El saco cayó sobre sus hombros y sonó a tempo el teléfono celular de un hombre que, parado del otro lado del semáforo, esperaba cruzar la calle cuando desatase el cordón y de lleno se metiere en la cortadita, coitus interruptus, el teléfono maldito y sonajero teléfono, el hombre cortó la llamada cerrando el aparatito que parceía de juguete, se dió media vuelta y sin cruzar la calle que tanto añoraba cruzar la dejó como una de tantas metas de las que uno se propone y no llega a ellas por que realmente no le son tan importantes. Toillette estaba preocupado, hace rato venía soñando cosas que en sí, no eran pesadillas, porque, haciendo honor a la verdad, a él no le importaba matar a la pobre anciana, muchas veces anteriormente, él había matado, casi casi es su deber. No, no era eso, en sí ,habían dos cosas que le molestaban, una era que soñaba en francés y no entendía ni un pito de lo que soñaba; dos u otrora o la otra, era no poder soñar con otra cosa que no tuviera que ver en nada con su profesión, él quería soñarse domando a una indomable india que no se cansase nunca de corcovear debajo o encima de él, tenía ganas de encontrar un motivo diferente del cuál soñar. Instintivamente paró en la esquina y como si nada pasase sacó del bolsillo interno superior los anteojos oscuros, se los puso como si estos fueran de seda y su cabeza de satén, nada quedó arrugado, suerte gira la perinola y el destino dice todos ganan, sonríen, eso es bueno, la perinola gira y el destino nos sacó lo que antes tuvimos y ahora, sonríen? Si así es, mejor para ustedes. Toillette seguía porfiado en su camino que realmente no lo dirigía a nada, sólo a encontrarse con un destino que lo esperaba apoyado en un farol de alguna esquina, sonó otro celular más, tres o cuatro metros delante de él, sonrío recordando a ese tipo en aquella esquina que esperaba el permiso del semáforo para cruzar y el celular le dijo:..."no esperes más, sólo no lo hagas"..., el ring digital dejó de sonar al hombre abrir su aparato, instintiva-mente, Phillipe sacó un cigarrillo y lo prendió, vió la hora en su muñeca izquierda y se dió cuenta de que no traía puesto el reloj, maldijo en voz baja pero como para no despertar sospechas disimuló rascándose la mano y abriendo el diario que llevaba en el bolsillo, miró de soslayo y vió al hombre cerrar su aparato y seguir caminando para la dirección contraria a la que venía llevando. Habían muchas cosas que replantearse, la primera era por qué corno su vida había dado más vueltas que una oreja hasta terminar siendo un botón sin ojal donde meterse en las noches y abrazado entre brasas dormir hasta el otro día. Claro que hasta tal vez el replanteo, no le sería tan necesario si tal vez supiese que un cierto rencor le venía desde su pasado hasta su presente, allí el pasado es donde aparece realmente, en el presente.
Dos golpes en Libertad al 300, (zona típica de negocios turbios de compra y venta, de cosas afanadas)...(si me permiten el vulgarismo) la puerta se abrió silenciosa y lentamente el hombre del celular se introdujo en la casa. Toillette se apegó al primer teléfono público que encontró ubicado justamente en el lugar indicado, el teléfono no funcionaba. No le resultó tan raro, hasta pensó en que sería una buena idea que la policía le diera uno de esos cómodos telefonitos, pero en este país... Vamos!, siempre llega un San Martín para cada chancho, eso dice el dicho pero al revés, así que, se parapetó, pidió una gaseosa de medio litro en un kiosquito y se quedó esperando a que el hombre del celular saliese de esa extraña casa. Tomó su libreta de anotaciones varias, y anotó"...si tus palabras fueren tan claras como tus ojos y tus ojos fueran tan suaves como tu mirada y si tu mirada fuese tan cálida como tu sonrisa y si tu sonrisa fuere tan enigamática como mis reacciones, te cagaría a tiros...", Toillette sonrió con la sonrisa cargada de morenos recuerdos embarazados apenas huyendo por la tangente y dejando detrás lágrimas y recuerdos.
-Quéija e' puta- dijo, y presuroso salió detrás del hombre. Vió que llevaba otro maletín, en estos casos lo mejor es: tener suerte. Siguió olvidando el motivo principal, or just, el motivo por el cual seguía a aquel hombre que sí, no recordaba mal, lo había visto por primera vez parado de lado al semáforo: traje gris, atachet, zapatos lustrosos negros, dos, obviamente y un teléfono hincha bolas que sonaba cuando quería, teléfono malcriado.
El hombre esperó el verde y se lanzó debajo de los autos que habían arrancado el alma casi antes de tiempo, Phillipe vio la extraña secuencia semi sorprendido, no entendía bien qué hacía siguiendo a aquel punto ni tampoco entendía por qué se encontraba o siguiéndolo o buscándolo a él, incógnitas sólo incógnitas. Phillipe se le acercó, se acuclilló a su lado, le sacó el celular de un bolsillo y llamó a emergencias, la ambulancia ya estaba en camino y el hombre también. Antes de irse por completo el hombre tomó a Phillipe de la solapa lo acercó y le dijo: "...No tenías nada mejor que hacer que seguirme a mí..." Phillipe lo miró fijo a los ojos, el hombre antes de cerrarlos y dormir eternamente, sonrió; como siempre, por la pizza, el tráfico, la goma, el perro, el gato, el calefón o la biblia que se prendió fuego o quién sabe qué otra bosta, en sí, la ambulancia como siempre llegó tarde, muy tarde, tan tarde que Phillipe no había caído en cuenta de la verdadera hora. Ahá sorpresa!, exclamó su mente silenciosa mientras esquivaba con el brazo algunos paraguazos que le ofrendaba una vieja que decía que le estaba robando la billetera al occiso, (hay gente así en todo el mundo). Si al muerto la plata no le va a servir y sus familiares cada vez que vean por ejemplo el billete de cien pesos van a recordar al muerto...por lo tanto no lo van a gastar y si lo gastan, mientras lo hacen una lágrima rodará por su alma. Sacarle los cien pesos era un favor tanto para Toillette como para Marcos Marquete, así se llamaba el suicida, o su familia, además si no se lo sacaba él se lo sacaría el camillero, el médico, conocemos nuestra idiosincracia o hace falta más.
La ambulancia llegó sonriendo, vio al hombre y lo llevó a la morgue judicial sin preguntar nada.
Phillipe Toillette se adentró en uno de los tantos cafetines de Corrientes y se pidió un café, sacó su libreta de anotaciones y leyó y releyó sus notas. Desde que habían empezado sus vacaciones hasta ahora, lo único que había hecho era perseguir desconocidos sin motivo alguno, lamentó el estar de vacaciones, hay cosas que se llevan en la sangre, bebió la mitad del café, su mirada escapó a travez del cristal rompiendo los mil y un juegos de física de química y de mesa existentes sobre tal o cual pasado que no pesaba. Claro que esa noche tendría pesadillas, pesadillas rosas, morenas, risueñas, embarazadas, corriendo por prados verdes, volando bajo por un cielo sin tráfico de almas, y todo flores y todo besos y todo abrazos, esas cosas le repugnaban, amor, felicidad una sonrisa ruidosa de rencor irónico escapó en forma de "ts" y se perdió así por que sí. Un dígital ring empezó a sonar en su mundo "L" mental, y automáticamente se vio con un telefóno en la oreja, simplemente escuchando..."-Marcos, el envío llegó, no está completo, queremos hablar con vos, dónde podríamos?- Phillipe cortó la llamada y supuso que algún asunto turbio estaba aconteciendo, no se fiaba del destino pero por qué había seguido a ese hombre inconscientemente, tenía que haber algún motivo más allá que la realidad. Apoyó el teléfono sobre la mesa y éste comenzó a sonar, Phillipe volvió a atender, "...en diez minutos en Pueyrredón y Corrientes...Clak!..." Otra voz, otra persona... Seguramente... Otra persona, salió del cafetín más a las corridas, que cualquier otra cosa, subió a favor de la numeración y se parapetó en una esquina, un auto negro estacionó en el cruce de las dos veredas impares. Un hombre vestido de negro con gafas y sombrero blanco bajó del carro, espió a su alrededor, abrió la puerta trasera del auto y un niño de más o menos doce años bajó silenciosamente del coche, el niño custodiado por dos gorilas y una mujer bien formada con las carnes aún firmes, más rubia que el trigo acariciaba la espalda del niño. Se adentraron en patota al edificio tratando en seriedad los negocios que requieren de silencio. Phillipe cruzó zigzagueando entre autos, taxis, colectivos, motos y camiones, utilizando la vieja y querida diagonal, entró al edificio acomodándose la corbata, los seis personajes bajados del auto esperaban nerviosamente silenciosos la llegada del ascensor, el niño miraba a la mujer, la mujer le sonreía con una conspicua ilusión en los ojos, un gorila tomó a la mujer por la cintura y la ayudó a encontrar el camino hacia el ascensor que se encontraba abriendo sus puertas justamente..a..a.ahora. Con perdigones en los ojos le dijeron que el ascensor estaba repleto, pese a tener capacidad para mil doscientos veintiocho kilos, (ridículo, ¿no? Señora, usted cúanto pesa, yo peso setenta y ocho. No quiero matarme y usted parece muy excedidita de peso?, por qué no cuida la linea?...O mejor aún baje, y tome otro ascensor), Phillipe comprendió, la sutil negación y supo que no era bueno discutir al respecto.
Las puertas se cerraron y el ascensor paró siete veces en un edificio antiguo de diez pisos, algo raro se dibujaba en el ambiente, los pasos de Phillipe se iban intercalando de a uno en uno saltando los peldaños, apenas posando la punta de los pies, piso tras piso agitando la respiración, entre electricidades internas, nervios externos, y sobre todo el miedo que crece a cada peldaño que se avanza, se pisa y se afirma, posando la mano en la baranda de la escalera.
El segundo piso en silencio, con cuatro puertas eternas de roble, a b c d poca originalidad, poca creatividad, cien escalones más que siguen subiendo como Phillipe, que agitado y en silencio desenfunda su treinta y ocho especial. Nunca se sabe cuando un arma va a ser necesaria. Tercer piso: las letras se repiten en las puertas como un principio de química, como un juego asexuado sin física, explota el laboratorio mental y sigue la máquina funcionando tan solo por el instinto que lo guía a subir otro piso, con el arma en la mano y el percutor atento ante cualquier quilombo o sorpresa que pueda llegar a presentarse. Claro que el misterio que en sí estaba tratando de decifrar, Phillipe no era uno en especial. Una serie de casualidades causadas lo había llevado a pensar en que era harto necesario llegar hasta el fondo de ésta por demás extraña situación; era necesario saber el por qué de ésta extraña empresa que algo así como una sociedad anónima se transformó en una sociedad de responsabilidad limitada, como realmente han de ser todas las sociedades.
O acaso la nuestra no es una sociedad de responsabilidad limitada, a pensarlo, tal vez encontremos alguna respuesta... En el quinto, en el quinto una puerta semi abierta y un charco de vino pasaba por debajo de la misma. Phillipe se aseguró que su arma estuviese presta a disparar ante cualquier ataque imprevisto, se acercó por el pasillo pegando la espalda a la pared, protegiéndose tan sólo de sus miedos, mostrándose así mismo su cobardía. Otros le llamarían sigilo, cuidado, pero no, realmente es el miedo a morir sin un por qué: murió en servicio del deber, veintiún disparos al cielo, y a quemarropa le disparan al alma mientras se encamina a su eterna morada, no quería morir, se había dado cuenta que ya era demasiado tarde para echarse atrás, se dio cuenta de que ya nada era como esperaba, sabía que la muerte estaba tranquila detrás de algún lugar riendo con su rosa sonrisa, que se transforma en carcajada contagiosa, que cuando ella ríe, reímos todos con ella y sus risas siguen su curso y las nuestras se transforman en lágrimas. Cuando nuestros seres queridos ríen con ella y con ella se van.
La puerta semiabierta dejaba su semitismo para transformarse en puerta abierta del todo, de par en par como las medias sucias que se seleccionan a la mañana antes de ir a trabajar, las yemas de los dedos apenas empujaron la puerta. El picaporte clickeó avisando la llegada de Phillipe y una tartamuda preguntó quién tocaba, destrozando la puerta dejándola como un auténtico queso gruyere. Phillipe aseguró su treinta y ocho con sus dos manos y entró rodando al departamento disparando a diestra y siniestra, seis tiros rápidos sin importar el blanco, sólo avisando que él también tenía un arma, que él también sabía y podía disparar. Volvió rodando por el piso hasta detrás del vano de la puerta, la pared que separa el pasillo del departamento, le ofrecía segura trinchera contra las balas que histéricas rebotaban y perforaban algunas de las partes de la pared que lo protegía; la balacera paró un segundo. El terminó de cargar su arma y entró nuevamente en el departamento, más rápido que una pelota se revolcó por el piso y se parapetó detrás de una medianera que separaba lo que parecía ser el comedor de lo que parecía ser la sala, en la mesa, frutas de cera decoraban con mal gusto un comedor pasado de moda, con la mesa de vidrio, sillas brillosas de fibrocemento negro y lámparas que algunos le llaman arte (arte son las lámaparas y los cuadros que hace Facundo Newbery) y cuadros que no comprendía cómo podían exibirse sin ruborizarse. El se sabía policía pero no por eso no debe tener obligatoriamente mal gusto, por más cabecita que éste fuera, Phillipe detestaba el mal gusto de ciertas gentes. Un disparo que venía de más allá de la sala destrozó en mil pedazos uno de los cuadros de frutas mal pintadas, Phillipe sonrió.
-Se ve que te gusta tanto este arte como a mí.
-Qué vas a saber de arte vos si sos un policía.- Tres disparos más zurcaron el aire. Phillipe escuchó la voz del hombre que disparaba del otro lado de la sala y notó en ella un tono particular, un tono extraño que había escuchado anteriormente, pero no podía determinar en dónde. Tres balas más se asestaron encontra de esa muralla de cemento y ladrillos que lo cuidaba como el regazo de una madre. Asomó la mitad de su media cara, apenas el ojo izquierdo se asomaba y buscaba sombras donde supuestamente no las había, un ruido del otro lado, sacar medio cuerpo, quedarse a merced del destino y encontrar que una bala perfora la clavícula y se estrella contra otra pared destrozando otro cuadro, inutilizando el brazo izquierdo de Phillipe que ahora se lo toma con cierto dolor.
- Sacaste el cuadro de los girasoles, buen tino!- Otra ráfaga; cayó destruyendo la mesa, se asomó de nuevo y tiró tres veces a unas sombras que le parecieron sospechosas. Volvió a esconderse con una esperanza morena huyendo apenas con tierna pancita, pancita de ella, pancita de él, pancita de los dos, jamón, jamón y panceta, un sandwich ahora no sería una mala alternativa. La madera gritó su chasquido de separación del árbol, del marco de la puerta, no del marco alemán, ni del marco suizo...
-Lugger nueve milímetros.
-Treinta y ocho especial.
-Uzzi.
-Hay más...
-Lo sé... Es bueno trabajar contra profesionales.- Una sonrisa ruidosa escapó desde atrás de la pared. Phillipe agudizó su oído hastra sentir el susurro del viento, cerró los o`jos y asomó la mitad de su cuerpo y vació lo que le quedaba del cargador tras un busto de algún abuelo de la familia que allí viviese. Un grito de dolor desesperado y un cuerpo que cae al piso, irremediablemente muerto, dos pies que se acercan esperando lo inesperado, la dimensión de lo real y lo irreal, aún recordaba las luces que antes brillaban en sus ojos cuando estudiaba en la facultad, pensar que él quería dedicar su vida a salvar vidas y andaba de acá para allá con un arma cargada siempre siempre. Apuntando sin miedo a la cabeza del muerto, lo giró con el pie, y vio en su boca una sonrisa sardónica. ¿Habría una relación entre este hombre y el del celular que se había suicidado? O bien ¿quién había hecho la llamada?. Revisó en los bolsillos del muerto y encontró un pedazo de papel cortado a la mitad con un pentagrama y notas escritas, con las típicas figuras de siempre siete notas y una más pero por la mitad, la octava, la octava... Dos patrulleros y una ambulancia llegaron. En un patrullero, el jefe, el comandante, el oficial a cargo, el comendattore. Los médicos aún atendían a Phillipe.
-Qué despelote que armaste.
-Viste... Lo mejor es que fui yo solito, sólo el fiambre me ayudó, se sabe algo más de él?
-Es un inmigrante, puede llegar a ser un ilegal paraguayo, la documentación que tiene es falsa pero de las mejores calidades. ¿Vos encontraste algo?- Phillipe miró a su jefe y sonrió, metió la mano en el bolsillo y sacó de allí un paquete de cigarros a medio fumar.
-No, no lo revisé- el jefe se acarició la barbilla como si estuviese pensando en algo.
-Vos sí que la hiciste bien, mañana volvés al servicio y te tengo que dar licencia por herida de bala. Cómo te gusta estar de vacaciones- Phillipe respondió con una falsa sonrisa, abrió redonda su boca, y un silencio azotó la mejilla del jefe.
-Qué?- preguntó éste.
-Me gustaría hacerme cargo de éste caso.
-No, bajo ningún punto de vista. Este caso se lo voy a dar a Ordoñez, usted está herido Toillette, descanse; es lo que corresponde.
Ordoñez, Ordoñez, tipo más estúpido no había en todo el departamento de asesinatos y chicles pegados bla, bla, bla, bla. Ordoñez era de esa raza de detectives que averigüa todo de pura casualidad: un estilo de Clousseau pero a la argentina. Siguiendo a nadie llega a encontrar a todos los malhechores. Phillipe sabía que cada vez que Ordoñez entrara a un caso, el caso se resolvería, pero a qué costo. Toillette bien sabía que Ordoñez era un eximio encontrador de chivos expiatorios, a decir verdad, él era el salamín de milán del cuartel, era el che pibe, un otario que encima se creía idoneo para su trabajo y se pavoneaba ante sus compañeros con la arrogancia y la estupidez del ignorante. Phillipe no soportaba la mediocridad de Ordoñez y Ordoñez no soportaba las exigencias de Phillipe. De más está decir que Phillipe sabía que algún día Ordoñez estaría por sobre él, diciendo qué era o no lo que debía hacer. Ratas y trepas como él, lamesuelas de coroneles y comisarios siempre llegan más alto, más rápido, pero también menos a menudo, también éstos, también caen, y cuando lo hacen ni un buen recuerdo queda de ellos.
-Va a tener que quedarse reposando, inspector, un día por lo menos a lo sumo dos, trate de no mover mucho el brazo, igualmente las vendas asegurarán que no sangre, entendido?-
-Sí... gracias doctor.- Claro que Phillipe sabía que de la boca para afuera es una cosa, y de la boca para adentro, mejor ni hablar. Tomó sus cosas y se fue a la calle. Corrientes es una avenida ancha y céntrica, uno de los patrulleros seguía esperando frente a la puerta del edificio, Phillipe se le acercó, el oficial Dominguez conducía el asunto.
-Dominguez, me acercaría al mercadito? Quiero comprar unas cosas y el brazo me jode.
Dominguez titubeó un rato, consultó algo a su reloj como si éste supiera la respuesta.
-Bueno, dale, subite- Hizo con la mano la seña de siempre, Phillipe dió las vueltas correspondientes y la punta delantera del patrullero se transformó en puerta que se abría y dejaba el espacio necesario para que Phillipe se adentrara en el coche tomándose el hombro que ya no sangraba. Tomando un descanso, suspirando un suspiro (que otra cosa se puede suspirar), cerró la puerta al compás de la llave que giraba y echaba a andar al motor, un silencio.
-Tenés suerte de estar de vacaciones.
-Te parece?- sonrió Phillipe señalándose la herida en el brazo. Dominguez no le presto atención, por lo menos la necesaria, claro que para un policía salir herido de un tiroteo es suerte, mucha suerte.
-La oficina esta hecha un quilombo. Sabés a quién se cargaron hoy, hoy a la mañana?
-A tantos...- escaparon los ojos tras la mirada que se perdía en una ventana en un cuarto piso.
-Se lo cargaron a José- Dominguez hablaba suave y tranquilamente como buen piloto que es.
-Qué José? El del bar?- volvieron los ojos de Toillette a encontrarse con el perfil de Dominguez.
-Sip! El mesmo, dos chabones entraron al bar, puñalada en el estómago, no le afanaron ni un goman, "vendetta" que le dicen, eso parece, pero en qué baile podría estar metido el gallego.
-Después de las cosas que me pasaron hoy, cualquier cosa es posible...- El semáforo se puso en rojo y no hubo otro remedio que esperar.
-Y contáme, tus vacaciones.
-Me aburrí como un pedazo de zurrusco.
-Cuando decís zurrusco me hacés acordar a ese rubio que también es inspector ¿cómo se llamaba?
-El que tiene ese otro compañero que está medio loco?
-Ese sí!
-No me acuerdo bien el nombre pero sé que estamos hablando del mismo. Qué levante que tiene ese hijo de puta, será verdad que se la come che?
-Sabés que no sé, aunque mucho no me importa; es buen policía, es lo único que me importa- Un silencio de diferencias se presentó dentro del carro, es muy dificíl encontrar dos policías de distinto rango que piensen, igual, más, menos, el silencio se hizo profundo y le sirvió a Phillipe para atar cabos sueltos, el papel, las notas musicales, el teléfono, seguir a alguien inconsciente, instintiva, reciclando, mente, mentes, mentirillas, mentiras y verdades, vio la hora en su reloj, como si la hora en su vida vacacional fuere de importancia; volvió a encontar su mueñca desnuda y sonrió.
-Qué es de la vida de tu mujer y tus pibes?
-Se va sobrellevando, viste cómo es éste asunto. Es una profesión jodida, te pueden matar en cualquier esquina y la gente encima te putea y te maltrata como si fueras un negro cabeza y para peor...tenemos un sueldo de mierda que no nos alcanza para nada, hasta los jubilados tienen más guita que nosotros, para que algunos de nosotros no seamos chorros; qué joder!- zarandeó el brazo y las ideas se barajaron al asiento trasero y las llevó más tarde a un calabozo vacío, ideas malas muy pero muy malas merecen estar arrestadas, bien por el poli.
Otra frenada, pero ésta frente al mercado. La conversa terminó más rápido de lo que había empezado, jurándose verse o llamarse como siempre se hace, menester de la buena educación, mentirse unos a otros descaradamente, si no se hace así es porque uno es un maleducado y el otro ni te cuento.
Qué tanto preámbulo, Phillipe fue a la carnicería, habló un rato con los vendedores de nada muy en especial, salió del mercado y tres cuadras antes de su cueva se topó con María, una hermosa mujer que iba camino al mercado. Se saludaron por lo bajo, se conocían pero no sabían bien de dónde y en esos casos el mejor saludo es esa sonrisa de hola como estás, no me acuerdo quién sos pero recuerdo que seguramente me caíste bien, pero... igual no me acuerdo de vos.
Llegó a su casa, guardó las menudencias compradas en el mercado, hurgó su izquierdo sobolyi y el diestro; sacó y posó sobre la mesa el teléfono celular. Hurgó en el derecho externo de la comercialización y sacó el pedacito de papel..."esto podría costarme el trabajo"... dijo somnolienta una neurona de pijama. Buscó su libretita de anotaciones varias y dióse cuenta que la libreta ya no estaba; igualmente recordaba cada una de las anotaciones anotadas, pero le rompía las pelotas que la libreta se le hubiese perdido, había cosas que no eran del laburo, eran anotaciones varias. Se sentó con desagrado y malhumor, vio una parte pentagramada, el título de la obra, Por una cabeza, tango, para tangos estaba; ya era harto molesto tener un plomo en el hombro, un suicida en la conciencia, una mujer muerta vaya a saber uno cuándo y un jefe de policía que le daba el caso que él había descubierto a un incompetente como Ordoñez, era de no creer. Vacaciones, estar todo un año para que lleguen y de costumbrista que es nomás seguir persiguiendo quilombos y dejándose atrapar por ellos.
Dejó el papelito sobre la mesa, pensó en una ducha refrescante, mala idea si el hombro está vendado, pensó en café caliente con azúcar y jugar a que era policía en otro país. Se pidió facturas fast food en uno de esos grasientos locales que venden frituras al mejor estilo el norte que se dió cuenta que el sur también existe y es bueno para sacarle y sacarle plata a rajabonete. Se acercó a su teléfono particular y el celular comenzó a sonar, cortó la comunicación de uno para comunicarse vaya a saber dios con quién por el otro, abrió el celular y del otro lado el mudo gritaba que se había cortado la comunicación. Levantó el tubo de su teléfono y a tempo la vecina del piso de arriba, como todos los días a la misma hora, comenzó a escuchar su música a todo el puto volumen; así referían los vecinos sobre los deciveles que emanaban de la vieja y loca vecina. Marcó el teléfono de esos nuevos lugares y ciertos sietes acordaban con ciertos tonos y ciertos cincos desafinaban con Chopin, y ciertos otros en la subidas y ciertos otros en los estruendos realzaban o caían según lo sonoramente necesario, el tubo fué a para a la mierda no así Phillipe que se encontraba sobre la mesa desafiando a su misma conciencia, desafiando a las casualidades una vez más. Clave de la, anotó en una hoja, do es la tercera, la tercera es un tres: anotó 3; sol, sol es la séptima, la séptima es un siete: anotó 7; si, si es la segunda la segunda es dos: anotó 2; siguió así con cada una de las notas y supuso que en sí siete notas hacen siete números, siete números hacen uno, uno de teléfono, se aporoximó a su teléfono, con la nueva hoja de papel en su mano, pulsó el número allí anotado. Shhhhh!
-Hotel Casablanca buenas tardesssss!- (siempre estiran las "s") respondió la misma voz que había amenazado más temprano algún horario de encuentro. Un clack policíaco cerró la conversación, después el silencio del atardecer y los ojos allá, con la mirada rondando por doquier levantando piedras y tratando de encontrar respuestas allí de bajo o guitarra o piano o de algo que hiciere consonancia con las casualidades; incontinencia en el consciente y sin pensarlo detalladamente siquiera, caer en la resolución de lo hasta al momento irresoluto.
Pidió las facturas a lo tío Sambumbia, se hizo un té a la inglesa, y le puso la leche que se había quedado el almacenero, se acercó a la mesa y sonó el teléfono celular, atendió sin hablar, sólo quería escuchar.
Una voz que era otra de la otrora farfullaba peligro entre dientes, un chirrido de gomas en la calle, un abismo más abajo el delivery en la calle con sus facturitas inventadas aplastadas contra el asfalto. La culpa lo hizo bajar corriendo de a dos peldaños, la desesperación hizo que tropezace con una vecina que subía las escaleras con las manos llenas de mercados y bolsas, con las piernas llenas de esfuerzo soportando su peso y aún todavía un poquitín más. Ríete satán, tu cola fué la artífice de tal artimaña, ríe satán ríe.
La vecina desafió las leyes de gravedad y cayó siete escalones más arriba; las bolsas del mercado por el contrario, prefirieron no ser ilegales y rodaron escalera abajo. Escalera abajo corría Phillipe a la par de las latas, las naranjas, los tomates, los fideos, los huevos no, se habían roto allá arriba, las manzanas y el melón que bajo el pie de Phillipe salió rodando con fuerza a la calle y cayendo de espaldas al frío mármol del después del primer escalón de la escalera arriba y por sobre su cabeza que retrocedía hacia abajo, (rara proeza); vio estallar los vidrios, los focos de la lámpara que iluminaba hasta ese momento la entrada general del edificio. Medio giro en el aire, él y los gatos caen parados, las uñas se clavan al piso y el zarpazó de su treinta y ocho retumbando tres veces para el exterior, la subida desesperada de el... "no más balas"... Los peldaños pasaban de a cuatro y el repartidor que reviente, que otro llame a la ambulancia, s altó atravez de la puerta que si no hubiese estado a medio abrir se hubiese pegado allí como garrapata a pata de mula. Rodó entrando en su casa, pescó como oso el teléfono de la mesa tirando la taza a la mierda, un par de puteadas inconscientes escaparon de la marca del subconsciente y salieron con pito matraca y bombo por la boca de Phillipe que rodaba otra vez; se acercaba a un gracia de placard (era lo que causaba ver ese "placard") y cazó como chita a su nueve milímetros plateada que parecía ser una gacela, asustadiza salvaje que corría para no ser manipulada por éste eximio cazador de ojos rojos y brillantes que de otro saltó, se deshizo del vidrio de la ventana. Quedó en su balcón pensando en que tal vez le hacían falta vacaciones, bajó por su balcón hasta el piso de abajo donde interrumpió una especie de orgía con cabras, alegrías del hogar, Rosa la loca del barrio, y otras locas más que extasiadas de placer gritaron animosas por más sexo. Phillipe apenas abrió la puerta del departamento, la abrió cosa que media mirada de él pasase por tal rendija, seis hombres con granadas entre los dientes subieron a las corridas, suspiró largo y al desaparecer el último bajó las escaleras pensando en esos farfullos. El llamado parecía ser para él, parecía que había descubierto algo que sin saberlo lo había descubierto, pero los otros ignoraban que Phillipe también ignoraba, falta de comunicación o paranoia, Phillipe ganó la calle y bajo corriendo hacia la nada, sabiendo que de una u otra forma debía llegar al hotel Casa Blanca, vigilarlo, tener sumo cuidado, podrían estar esperándolo, por lo menos los otros ya sabían que él existía, eso jugaba en su contra, malo, malo. Llegó entrada la noche hace rato, tanto así que la luna parecía tener la bata y las pantuflas puestas, prendió un cigarrillo y esperó.
Llegó el amanecer y Phillipe aún en silencio fumador y desde una esquina esperaba algo, cualquier cosa sería un buena excusa para entrar a los tiros, medio nervioso tiró el pucho al piso. Un perro se le acercó y Phillipe lo ahuyentó con un diario que había encontrado; miró hacia los dos lados de la calle y la cruzó, entró sin dar más vueltas que las necesarias por la puerta giratoria, se acercó al conserje y le mostró el teléfono.
-Qué...teléfono?!- dijo éste, Phillipe puso cara de estúpido.
-Busco al encargado de la tarde.- Dijo en susurros como para no levantar sospechas.
-Por qué asunto?- a Phillipe le brillaron los ojos, el por qué no tenía sentido, era una clave, se pregunta para qué lo busca, no por qué, por qué, por qué? Un zorzal cantó en trino una idea en su mente y como un eco malparido escapó por instinto desde sus labios hasta el oído del encargado que llevó el índice a los sus labios, de paso cañazo señaló un par de veces para arriba, donde había una lámpara; micrófonos, pensó Phillipe que extendió su mano y recibió una llave con un llaverito que solamente decía "Re", miró al muchacho y en los ojos de él algo palideció, Phillipe cerró la mano y se asió del pasamanos. Re, por una cabeza, la do re mi, pensó mientras contaba con los dedos, el meñique fue el re, el re es el cuarto, cuarto piso, pero, qué habitación?. Llegó al cuarto piso, una "F" frente a él y a una puerta lo esperaba, pasó silencioso a una habitación, oscura mohosa y con dos personas que dormían, un percutor retrocedió un vez y otra y otra. Ningún vecino se quejó.

miércoles, mayo 23, 2007

El silencio -- Cuento de "Cuentos"

Tomó la foto con sus dos manos y la acercó a su pecho, en silencio esperaba que ése retrato le diera la idea que le faltaba para terminar de comprender tantos años, tantos tiempos...su mirada en alguna época había sido; mirada harto soñadora llena de melancolía futura, feliz de sí misma.Un silencio gobernaba en la habitación, en la sala, en el comedor, en la cocina...cada recuerdo se hacinaba en cada uno de los cuadros, ceniceros, estatuillas, y aún en esas viejas vajillas de porcelana regaladas por algún alguien antes que se fueran de luna de miel a alguna parte perdida en medio de un mar azul como el cielo y caliente como el infierno, donde sólo aguas calmas saladas acallaban ese calor poco humano que a veces dona el sol del trópico. Había vivido entre suspiros el crecimiento de cada uno de sus hijos, habían crecido fuertes y nobles,(hasta tal vez gracias a ella) adaptados a la perfección con la estética sociedad que exige tanto y da tan poco, una lágrima recordó el pasado rodando, como toda lágrima debe hacerlo, desde su ojo hasta sus labios que hace rato no sonreían. La foto parecía quemarle el pecho y los recuerdos incendiaban su pasado muerto en el presente por la filosa daga del futuro, sentía una suerte de indiferencia en el aire y a pesar de ser recién el principio de la semana, sentía una llama en la inconsciencia que le daban ganas de salir y reventar ese pequeño hálito de vida que queda guardado en cada una de las paredes; hasta el ascensor le traería nostalgias y tazas repletas de té con limón y miel, hasta las escaleras, cada uno de esos peldaños tenía en sí un significado para esos pies que bajaban pisando apenas con las puntas afirmándose graciosamente con los talones, una gracia de cosquilleos le recorrían la espina y sin ser pez; sabría que a pesar de haber perdido uno, muchos otros nadaban en ese momento por doquier, porque la vida es un mar de sensaciones llegaron a decir muchos poetas y alguno que no tenía más que hacer y que sentía que la soledad lo carcomía, habría inventado la estupidez de"...hay muchos peces en el mar..."; pero claro, como no darse cuenta que los peces no son todos tan idiotas como para andar mordiendo falsos anzuelos. Se sentó en una silla del bar de la esquina de su casa, el índice inquisidor exigió a un buen mozo que prestaba atención se acerque, una cerveza de tres cuartos apoyó todo su culo sobre esa mesa de tres patas, sonrío sintiendo en sí un paralelo entre la botella y su vida. Muerte de bar. Realmente no hace mucho que se había ido, claro que los tiempos penden y dependen de quien sea el que quiera sentirlos, de hecho, hace casi veinte años que su mitad, esa media toronja que se soporta en el templo de la perdición, se había ido con otra persona que seguramente le llevaba menos de la mitad de años y experiencias, pero los tiempos habían cambiado tanto desde entonces...recordaba contar la media pensión que la ley le amparaba en otras ocasiones y similitudes, pero ser mantenidos o mantener...la muerte le hubiese sentado mucho mejor, o mismo el asesinato, en esos años sí que podría haber matado; todavía tenía las fuerzas necesarias, en cambio ahora su cuerpo flácido, viejo y leso, no hacía más que llorar por los tiempos de antaño que pasaban por sus células y sus glándulas lacrimales, lagrimales, criminales; porque en sí cada cristal de alma, cada lágrima que brota es otro silencio que uno calla y lo sabía, bien lo sabía que callar era morir un poco, pero no podía hacer otra cosa que acallar su alma, que silenciarla con sumisa estupidez bravía, sonriendo los logros que jamás le pertenecerían, sabría que la sonrisa sería un juego el cuál ya nunca más le pertenecería; claro que escapar de éste momento no sería difícil, más en un bar donde el expendio de bebidas alcohólicas es moneda corriente.Vacío el vaso repleto de cerveza en su gaznate sonriendo feliz sin sonrisa, llorando de ficticia alegría, maldijo, maldijo en voz baja pensando apenas en su dios, lo redujo al tamaño de un pedacito de mierda, un acto inconsciente le hizo sentir la blasfemia en ese poco que le quedaba de alma, sintió culpa y lástima por ese dios todopoderoso que la esperaba en todos lados, hasta dentro suyo, sintió silencios y respuestas en cada recuerdo y cada lágrima, volvía a sentir esa carismática fuerza interna que algunos le llaman fe. Un niño sin futuro regaba rosas por las mesas de los enderredores, un verdadero escupitajo en el ojo de lo que podría haber pasado si...La campana de la catedral sonó ocho veces como todos los días a las nueve, causaba gracia, nunca pondrían ese reloj en hora. Miró hacia un lado y hacia otro y perdió por ahí su mirada, ahí donde las miradas sin alma se pierden por algunos segundos; una mujer de elegantes piernas y la cintura justa para ser abrazada, como en tantos años atrás llegaron hasta su mesa y sin decir nada se sentaron frente a sus ojos, el tiempo y la nada se habían escondido en ese escote conocido detrás de dos abultados y rectos pechos con un par de cirugías pasadas de moda. Dos ojos fagocitaron la mirada de los pechos bizcos que lo miraban con conspicuo placer, ardientes, repletos de todo ese amor que sólo las mujeres saben contener. Sonrió, sonrió silencioso y en sus ojos leyó esa mirada, esa mirada sabía que no la miraba y le contestó desdeñosa con una cuasi repugnancia, le acercó un vaso lleno con el líquido apreciado, y ella lo rechazó, sin abrir la boca, tan sólo resoplando, resoplando con desdén, con el mismo desdén con que antes le había respondido a su mirada que no la miraba, bajó la vista como ocultándose; ella buscó un lugar donde ocultar sus sensaciones, pero no habría lugar donde pudiese meter tanto amor repleto en recuerdos a cada pared, cada peldaño, cada ascensor cada cocina, tanta sala, tanto comedor, tanto pecho comido por el calor abrasivo de la foto que lasciva obliga a recordar. Ella calló. Él también. Sus manos se besaron y los pulgares fueron certeros portadores de esas sensaciones, se sentía en el aire; sobre todo ella sentía que él aún recordaba a esa perra vacía que lo había abandonado años atrás, él sabía que la extrañaba y la extrañaba con el alma, con toda el alma, tanto la extrañaba que en si, esa perra, se había transformado no sólo en su alma, sino también en su karma, ella lo veía con los ojos llenos, él escapaba a cada momento girando su vaso con el índice y el pulgar, o llevándolo a la boca, o sonriendo a la nada, él suspiró fuerte, largo y cansado, ella también...ambos sonrieron. Aún quedaban puntos en común y cada uno sabía lo que el otro sentía; por más que ella éste en París y él no.

martes, mayo 22, 2007

Otoño -- Poesía

El sol pega sobre las hojas otoñales,
los árboles se han vestido en mil un colores calientes
para bailar la danza que el viento les susurra.
Apenas quedan algunas esperanzas
asidas de las ramas como pidiendo por favor
que llegue rápido la primavera.
Se siente el calorcito del sol tibio
desparramado apenas por una suave brisa,
los pájaros apachurrados en las ramas
miran el piso sin cantar su canción,
no sea que los bichos se apiolen
que por ahí andan los depredadores,
y entonces por cantar se quedan sin lastrar.
Es tan lindo el otoño con sol,
los colores de su luto son vivos
y pintan el paisaje con un sin fin de magias y melodías.
No hace frío y hoy por suerte tampoco llueve
aunque esto sea, solo una cuestión de tiempo.
Voy a sentarme en el balcón a pipear un rato
mientras espero que llegue el show del invierno,
con sus grises fríos, su blanca nieve y sus vientos soplando.

lunes, mayo 21, 2007

Dadá -- Cosa.

Quiero un poco de verde, de tierra en los pies, dejar detrás tantas miserias y construir hacia adelante la posibilidad de transformar lo imposible en otra oportunidad.
No lavar mis manos, no perder la vista pero si las mañas, escuchar al levantarme y olvidar aunque sea a la fuerza, la necedad de los oídos sordos. Quiero que estas piernas sirvan para ir, para venir, subir y bajar las veces que quiera. Que la esperanza si quiere use galera, pero que ya no joda con su falsa confianza... el mundo no es de los que esperan, la vida pertenece a los que hacen.
Quiero entender el fin para poder aceptar al fin que nada es como está mandado, que nada sabemos de lo que es, que lo que creemos es solo un deseo, y que solamente somos dueños de nuestro punto de vista tan pequeño y tan soberbio que aún pensamos ser los únicos vivos en el universo y los superiores en la tierra.
Desearía tanto conocerme a mi mismo que viajaría a lo profundo de mi ser, veo que los humanos damos vueltas por el universo tratando de descubrir que es lo que hay allá afuera y todavía no tenemos idea que es lo que hay en las profundidades de nuestro planeta...
Pero bien, como dice el viejo adagio zapatero a tus zapatos, por lo que es mejor atarse los propios cordones antes que ver como se los ata el vecino, y si alguien nos pide asistencia con los suyos tratar de ayudar sin siquiera chistar que es lo que está bien ni que es lo que está mal. Pero bueh... el día se me hizo más largo de lo que creía y me puse a dar vueltas con la birome sobre el papel en blanco, tal vez para matar las deshoras, sin recordar que también el tiempo para mi va pasando y todavía tengo muchas cosas por hacer. Espero poder alcanzar al tiempo, si no, no me quedará otra que aprender también de la experiencia ajena.

domingo, mayo 20, 2007

Maradonasong -- Canción

El fue parte del juego y del fuego el dios
a pesar de la adversidad, sin rendirse jamás el luchó...

Veánlo correr el parece volar
con la bocha no hay nadie igual
con su gambeta fue posible soñar
él nació en Fiorito si señor!

De pecho la baja la pisa la masa
la mira la mima se juega la vida
Gooooool!
Es el mejor!

Con hidalguía da pecho a la vida
y en la espalda orgullo de diez.

Veánlo correr el parece volar
con la bocha no hay nadie ni nadie hubo igual
por la gambeta fue posible soñar
él nació en Fiorito si señor!

De pecho la baja la pisa la masa
la mira la mima se juega la vida
Gooooool!
Es el mejor!

Algo me ha enseñado la vida
la cocaína no es lo peor
malo siempre es mirar para arriba
ir con Pelé a la noche del Diez
bueno siempre es seguir para arriba
esto me ha enseñado la vida...

El Diez.

sábado, mayo 19, 2007

Rigoberto -- Cuento de " Cuentos"

Claro que la historia en cuento terminó cuando Rigoberto se asomó a la ventana y vió que por allí debajo pasaba una calle que coqueteaba distintos verdes y azules, una calle que se angostaba a medida que se acercaba a cualquiera de sus dos horizontes que encerraban un cielo celeste eterno que se extendía para arriba y para los costados; más abajo, la tierra no prometida pero sí cultivada a fuerza de concreto y máquinas robotizadas con ríos que no cuentan historias puras, sino más bien, historias histéricas de poluciones y contaminantes agentes que poco respetan y se hacen respetar porque las alturas y las ventanas y los hombres que se asoman y culminan sus historias tan sólo en un tris... La ventana que escandalosamente prefiere proferir un grito espantoso en caída de un piso décimo a un cuarto vacío de paredes blancas llenas de recuerdos como manchas empotrados a la pared, asinados uno con otro tan sólo para confundirse con humedades y las cosas de siempre del inconsciente, ustedes saben, tanto como Rigoberto, que la historia es distinta si el que narra quiere contar otro cuento que cae y en la cuneta, en el río alcantarilla de los recuerdos que se ganan en la calle y se pierden en el olvido, la sangre, en otra esquina se mezcla en agua de alcantarilla como pequeño río que sangra y brota de algún cuerpo lleno de rencores rojos de pasiones comunes y de locuras momentáneas que lo llevaron a preguntarse por tercera vez si estaba o no de acuerdo o bien bajo el destetable yugo del destino y no es que sea destetable por que no necesite ya mamar, si no más bien porque no se lo merece.
El sol no se levantaba para trabajar a horario desde que la capa de ozono había sido utilizada por dios para que fermosa dama pasase sin mojarse los pies en algún charco lagrimal desparramado por venturosa alma que sin preferir estar sola, quizo a su bien quedar sola, caer y llorar reventando en el suelo toda su ira, toda su pasión que se revuelca, se gira, se mota, y explota sus sesos sobre un negro asfalto y una gris acera más dura que él mismo.
El día cae ante los pies de la noche rompiendo su astro que al llegar explota en llamas y besa los pies de la luna o besó sus faldas o besará su rostro algún día que se le ocurra volver a asomarse a esa ventana en la cual Rigoberto la asomaba desde su cuerpo hacia adentro, la guardaba en un bolsillo y por enderredor de un mundo enfermo la llevaba a pasear de acá para allá como si ésta fuere un acordeón mal parido, como si él fuese tan sólo un alma sin carne, no papas, no batatas ni nada que le infringiere cierta razón de algo que de ser, sería otra cosa que algo, como si algo fuere nada de gracias para el santo que cae y esconde al sol tras un eclipse que lo cubre todo de sombras aceites y silencios. Mar en coche. El cielo se presta a otra aventura que no es la misma de ayer, sino más bien es distinta a la de hoy y Rigoberto salta y escupe el silencio en el medio de su cara y sale corriendo hacia abajo con la ventana en el bolsillo cosa que el peso sea más grande, más pesado, cosa que llegue más rápido al suelo y catacúmba, la puta madre que lo re mil partió en mil pedazos, la ambulancia que gira en su sirena y la sirena que estática canta sobre una piedra su hipnotizante canción llena de agua y fuego; atracción temerosa del que teme pero igual se siente atraído y al suelo el agua se acerca como vajilla a la pileta al borde, el apoyo falto de sí mismo y todo cae en vértices digitalizados, el vórtice de la iris y un agujero negro lleno de recuerdos y pensamientos, más bien mundanos, que se olvidaron de algo en el camino que lo había hecho pensar en cosas que no llegaban a nada; agujeros negros, los de siempre en el medio, aire, maldito y puto aire contaminado de toxinas que no son tóxicas pero igual destruyen; la caída desde lo alto para que el suelo grite con un poco de dolor, con un poco de humo que escapa de su boca por la previa pitada a un funesto cigarrillo hecho de orégano o de alguna yerba por el estilo; todo patas para arriba caminando para atrás como la cangreja que guarda con sus pinzas la comida y no es porque todo lo que a la cangreja se refiera debe de ser tomado con pinzas, sino más bien que la cangreja toma con pinzas un café en la esquina donde un incendio sin fuego y sin peligro se consume solo.
-Desde arriba se ve todo distinto...- suspiró Rigoberto desde su piso, aún con la ventana doblada en el bolsillo y un montón de recuerdos que jugaban a ser algo, un pie que sube y se apoya en una insegura pero ancha cornisa el otro que lo acompaña y se pone a su lado, los brazos crucifican al cuerpo en su esplendor y sin plumas que lo ayuden a volar se agitan, el sudor cae de a gotas, gruesas gruesas húmedas frías, los pies que con miedo ante el abismo temblequean repletos de nada, el dolor, cada uno de los parientes que había tenido habían utilizado su vuelo de alguna u otra forma para adelantársele al destino y él, Rigoberto, buscaba exactamente lo mismo, ganar, ganarle al destino, hacer una jugada más, sucia o limpia una jugada más.
Recordaba que el abuelo Godofredo había volado por sobre los campos de batalla en la primer guerra mundial, demás está decir que el abuelo estaba muy loco, más que loco era demente, y habían cosas que siempre quedaban marcadas, no como con fuego, sino más bien marcadas, con marcas a rayas, círculos, cubos y cuadrados, marcados con chapa y calor, marcados como el dos marca al siete para que no sume uno más a la canasta y después a llorar a la iglesia, el arquero o portero de la vaya a donde quiera pero por favor no joda.
-¿En qué mierda estoy pensando?-hay pocos juegos que el alma y la mente no deben jugar; uno justamente es el que juega y no debe ni permitirlo, ni que se lo permitan, porque las niñas rubias, saben amar por más frígidas que sean según el dicho, y no jodan con ese asunto de las morochas y pelirrojas o chicas verdes que de por sí sería más que divertido, porque el juego que juega el amor en estos casos es el del amante enamorado que además de la razón perdió el corazón tras una esquela poblada a más no poder de recuerdos de polleras cortas, minifaldas, así le llaman, el sabía que las minifaldas se levantan sobre escritorios o capots de autos estacionados, sabía también que las minifaldas pueden llegar a bajarse pero... ¿Cuál es la gracia? La gracia de él justamente es Rigoberto y a pesar de no poder hacerlo más liviano emprendió sin más remedio su vuelo hacia el vacío con papas que lo esperaba allí en planta baja con los brazos abiertos y sabor gourmet; qué joder! La boca abierta al pavimento y los dientes se estrellan y explotan, Rigoberto en sangre como niño envuelto que de un vuelco cayó pero no explotó al llegar al suelo de pura casualidad, él sabía que no iba a ser un buen día desde el momento en que se levantó; él sabía que no iba a ser un buen día, no porque hubiese amanecido pisando el suelo con el pie del medio, no con el izquierdo, no con el derecho, él había amanecido con el pie del medio y sin afirmar mucho su paso se había caído al suelo y roto su nariz, recordó entonces desde bien temprano a un joven de un circo que sus partes, todas y cada una de ellas, eran desmontables, si se pudiese nada más acordar del nombre del pibe ese, recordaba que lo había visto en la localidad de Pergamino pero más de eso...no, no podía recordar, se puso de pie ante la horrorizada gente que aún gritaba, primero de miedo cuando lo vieron caer y destrozarse contra la acera, después gritaron de pánico cuando vieron que Rigoberto se ponía de pie tomándose apenas la cabeza y sonriendo, no future, no pain, quién quiere alguna vez que pague la ronda y si no que no joda, porque todo lo que empieza debe terminarse y así también pensaba Rigoberto, que enojado no sólo con el destino sino que también enojado mesmamente con dios, subió las escaleras sin importale un bledo lo que el resto le decía, con los ojos en nada (ni lágrimas se le asomaban) como decíamos, subió de a cuatro peldaños hasta llegar a su terraza y de allí volver a la cornisa volver a mirar para abajo, volver a sentir el vértigo de estar en el vórtice, o bien de ser él mismo, tanto el vértice de dos lados que poco saben lo que es la congruencia, o bien, ser él mismo el huracán y no por el cuadro de fútbol sino más bien el mismo vórtice, el mismo revuelo de vientos en remolino que se lleva las hojas, las flores, las casas los árboles, los prados, en fin...arrastra todo con él, lo sabía antes ahora, lo sabemos todos, en éste mundo no se puede ni guardar secretos, muchos roban, muchos crean, pero más aún procrean y sinceramente, ( hablando entre nos) a él, Rigoberto, tampoco le importaba lo que sucedía a su alrededor, y menos que menos lo que internamente le pasaba que en sí no era mucho, solamente quería volar o sino morir en el intento, la terraza tampoco fue lugar seguro, por lo menos se dio cuenta de eso al llegar de nuevo al suelo y rebotar en el pavimento como si alguno de los dos fuera cama elástica y el otro un niño que sólo quería llegar más alto, más lejos; qué importa el resto cuándo uno lo qué quiere no lo consigue, desde su segura posición en la terraza, hubiere preferido sumarle un par de pisos más al edificio donde él vivía, pero bueh! las cosas se barajan de esa forma así que volver a saltar, volver a agitar los brazos sin plumas, mover también los pies y llegar a esa nube o a la misma punta de la torre Eiffel, saltó silenciosamente hacia su destino pero la ley de gravedad lo volvió a atrapar y se desplomó en el negro asfalto, la molestia lo recorría subió esta vez por ascensor, hasta la misma terraza otra vez de nuevo, redundante él, yo y ustedes, redundaban todos hasta que después de siete horas y media de infructuosa búsqueda del vuelo tan esperado, la gente se juntaba en las calles, dos cadenas de multinacionales fast food habían levantado puestitos con comida, uno que otro levantaba apuestas de las que nunca faltan, los noticieros de todo el mundo llegaban hasta la vereda donde Rigoberto era obligado a caer por la infame ley ya nombrada y molesta que no lo dejaba ser completamente libre; otra cadena, más larga es la cadena y más pesa, se dió cuenta que el problema estaba en que el peso de su ropa, lo hacia más pesado y por lo tanto llegar al piso se convertía en una disyuntiva perfecta: ..."Ser o no ser"...qué cosa más boluda pensó y se dejó caer pero ésta vez completamente desnudo, caer era divertido, sobre todo el golpe, la forma en que rebotaba le gustaba más que nada en el mundo, pero igualmente por más divertido que le pareciere rebotar como pelota, él prefería tratar de sentir la misma sensación que su abuelo sintió en aquella guerra, en aquel tiempo, su cuerpo desnudo llegó al suelo mostrando toda su desnudez, volvió a rebotar y a caer de pie en su terraza que terca parecía amarlo más que a nadie en el mundo, las cosas cambian y también el parecer de Rigoberto que sangrando desnudo en la mitad de la calle sonreía pensando en que tal vez rebotar en el pavimento tirándose de un piso alto era un logro más grande que el que había logrado su abuelo hace más de algunas décadas atrás, claro que por más logro conseguido o cualquier felicidad estúpida encontrada; la policía no lo quizo comprender, o quizás no pudo... A fin de cuentas lo encerraron por andar desnudo en la vía pública.
Tres de enero de la vigésima luna de sagitario, fecha en que la condena terminó y Rigoberto salió de prisión. Salió a la calle pisando con una sonrisa grande dibujada en la cara, caminó por doquier recordando y concordando la vida que había perdido, que como la de todos se fue volando, una sonrisa gigante se dibujó en una terraza, una sonrisa que le parecía más que conocida, la recordaba como sonrisa burlona, burlona de terraza, sú terraza, subió con miedo se acercó a la cornisa abrió sus brazos y antes de dejarse caer, un matasellos caído del cielo lo aplastó contra el suelo del último piso.